Trabajo práctico Nº 8
Prácticas en salud
• Partamos de un testimonio. Nos lo plantea Mario Testa (sanitarista argentino) desde la cama de un hospital. Lo vamos a trabajar como una cuestión para problematizar nuestras prácticas de atención en salud. Uno de los objetivos de esta cátedra es poder ubicarse en los zapatos del otro. Es decir, cambiar los lugares de la dialéctica médico / paciente; para modificar lo cotidiano.
o Luego de leer los dichos por Testa, relate alguna situación donde UD “como paciente” haya sufrido los avatares cotidianos que cualquier paciente debe pasar en la asistencia pública.
o Como residente, que cuestiones incluiría para que las prácticas en el espacio público tenga en cuenta los derechos humanos de los pacientes asistidos.
o Las cuestiones que plantea Mario Testa; ubican como telón de fondo un concepto teórico: el positivismo. Esto es en relación a la mirada médica pero además nos muestra una trama institucional que condiciona la práctica. ¿Cómo residente, que se le ocurre que se podría hacer para impedir el mal trato institucionalizado?
“El día viernes 11 de setiembre me colocaron un marcapaso definitivo en el Hospital P, un instituto especializado en cardiología. Una semana antes, el viernes 4, me habían colocado un marcapaso transitorio en la unidad coronaria del Hospital F, reconocido como uno de los mejores del municipio de Buenos Aires. Fui enviado a mi domicilio el día miércoles 16, terminando mi periplo de doce días por los tres servicios en los que estuve internado. Éste es el relato de mis vivencias de ese periodo.
La intención de este relato es dar a conocer una visión del hospital desde un mirador no convencional al que los trabajadores de salud no estamos acostumbrados.
Lo hago con la convicción de que estas notas pueden convertirse en una apelación a mis colegas -los trabajadores de salud- para despertar la necesidad de un diálogo acerca de las tareas que realizamos habitualmente en nuestro quehacer hospitalario y acerca de las configuraciones organizativas que se crean con nuestro apoyo tácito o explícito.
En ningún caso las descripciones que siguen deben tomarse como una crítica puntual al comportamiento individual de una determinada persona o de un grupo profesional.
Tampoco pienso que puedan lograrse modifica¬ciones a corto plazo en los comportamientos institucionales, pero no tengo dudas acerca de la necesidad de un diálogo que comience a romper las intrincadas barreras en las que todos nos encontramos apresados.
Llegué a la unidad coronaria del Hospital F en una ambulancia (a cuyo conductor le hice solicitar que no hiciera sonar la implacable y ate¬rradora sirena) e inmediatamente me fue colocado un marcapaso transito¬rio y una guía para la medicación intravenosa. Tres electrodos torácicos me conectaban a un monitor que registraba en forma continua el trazado electrocardiográfico y la frecuencia del pulso.
La sala donde me encontra¬ba me permitía ver el lugar desde donde el personal (médicas/os, enfermeras/os y otros, preparaba o realizaba sus tareas.
No podía, en cambio, ver a mis compañeras/os de infortunio, aunque sí podía oírlos cuando se manifestaban en voz o ruidos suficientemente altos. A mi lado derecho agonizaba una mujer madura pero no vieja (tal vez algo más joven que yo). A mi izquierda se recuperaba sin problemas alguien experimentado en estas lides. Más lejos, otras voces adquirían presencias esporádicas.
Desnudo en la cama (un calzoncillo protegía un resto de pudor) el principal contacto se establecía, como es natural, con el personal de enfer¬mería, del que dependía para mi periódica necesidad de orinar, además de recibir la medicación que me era inyectada por la guía intravenosa. Pregunta (mía): ¿Qué es eso? Respuesta: Un elixir de juventud. Pienso: Es lo que me hace falta. Digo: Gracias.
Después de una breve visita de Asia (mi esposa), comienza la larga noche hospitalaria llena de ruidos, voces, alarmas de los monitores, que¬jas. Un paciente llama varias veces con pedidos que no logro identificar, al parecer quiere ir al baño, quitarse la guía, nada de ello es posible. Al día siguiente, oigo a alguien que comenta que ese paciente no es apto para estar en ese lugar.
A las cinco de la mañana me despiertan para tomarme un electrocar¬diograma de rutina, que se va a repetir durante los once días siguientes.
Más tarde, en la mañana, aparecen una mujer y dos hombres al pie de mi cama. Deduzco por su actitud que son médicos. Uno de ellos -robusto, de bigote- dialoga con la mujer -petisa, rubia-; el otro -alto, flaco- se mantiene independiente. Los tres miran los electrocardiogramas: el que me tomaron al ingresar, otro de control después de la colocación del mar¬capaso y el matutino de rutina. Ninguno de los tres me mira ni me dice nada.
Robusto de bigote mirando fijamente al centro de la galaxia: ¿El señor estaba tomando algún medicamento antes del episodio? Rubia peti¬sa mirándome por primera vez: Señor, ¿estaba tomando algún medicamen¬to antes de este episodio? Yo, mirando a la rubia petisa: No. Ella, mirando a robusto de bigote: No. Intervalo silencioso. Luego robusto de bigote, siempre con la mirada fija en el mismo punto del espacio exterior: ¿Qué edad tiene el señor? Rubia petisa, mirándome: Señor, ¿qué edad tiene? Yo: Sesenta y siete. Ella, mirando a robusto de bigote: Sesenta y siete. La pareja dialo¬gante se retira sin otro comentario. El flaco alto permanece un momento más, siempre mirando los electrocardiogramas, y luego se retira sin haber abierto la boca ni dirigirme una sola vez la mirada. Yo me quedo. No sé por qué, pienso que puedo estar convirtiéndome en un pez.
Mientras tanto, mi vecina de la derecha ha fallecido y su lugar es reacomodado para recibir otro paciente, otra mujer. Me entero que mi ex vecina ha sido sometida a la colocación de un marcapaso un año atrás, y ello no contribuye a mejorar mi ánimo; pero, me acuerdo de alguna amiga que hace más de quince años porta el suyo y ello me sirve de consuelo.
Primer fin de semana en el hospital. Escucho música, alternando Radio Clásica con FM Tango. Leo un par de libros. Mientras tanto, Asia y mis colegas amigos tienden una red de solidaridad que apoya de muchísimas y eficaces maneras mi recuperación: todos los días escucho de labios de Asia la larga lista de llamados telefónicos que recibe desde dentro y fuera del país, y yo acumulo ese pequeño tesoro de nombres, rostros, memorias, que facilitan el tránsito por lo que ya se va configurando no sólo como la larga noche sino la temible noche hospitalaria.
Frente al distanciamiento que expresa el "señor" del ¿diálogo? con la rubia petisa, recibo casi con agrado el tuteo del personal: Dáte vuelta; le¬vantá la cola; ¿vas a tomar la sopa?; me doy vuelta, levanto la cola, tomo la sopa. Pero lo mejor es la solución que encuentran las enfermeras para el tratamiento social del paciente, que encuentro -de alguna manera- pleno de algo que se parece a la simpatía: "Bebé" y "Muñeco" son los dos términos que recuerdo. Éste último, sobre todo, me llama la atención. Pienso: ¿Qué me habrá querido decir?, sobre todo tratándose de una mujer joven y boni¬ta. Después reflexiono que no me encuentro en una situación donde puedo ejercer mis conocidos (por mí) recursos de seducción y descarto cualquier vanidad masculina.
El lunes por la mañana soy examinado por el jefe del servicio junto a un grupo de médicos, entre ellos un amigo mío. El jefe me comenta al oído que éste llama al servicio donde estamos el F latrogenic Center. Me hacen alguna prueba para comprobar algo y deciden que, para completar el diagnóstico y decidir el tipo de marcapaso a colocar, es necesario tomar un ecocardiograma. Me entero que no se puede tomar el ecocardiograma (¡En el Hospital F!) porque falta alguna pieza del equipo. Pero, de poder resolver esa carencia, tampoco es posible colocar el marcapaso definitivo porque falta otra pieza del equipo correspondiente (¡¡En el Hospital F!!).
Algún pajarito travieso le informa al subdirector del hospital quién soy. El subdirector del hospital viene a darme, personalmente, explicaciones de la situación. La red de solidaridad de los compañeros se moviliza y ese mismo día soy trasladado (una de las personas que se acerca a la camilla para despedirme es la enfermera bonita que ahora no me llama "muñeco" pero me desea buena suerte) al Hospital P, en una ambulancia a la que también solicito que no agregue su cuota de contaminación sónica al am¬biente ya saturado de las calles porteñas. Me hacen caso.
Desde el lunes 7 por la tarde estoy en la unidad de terapia intensiva del Hospital P. Me colocan una tercera guía para la medicación intravenosa, porque las dos anteriores han terminado en sendas flebitis. Lo mismo va a ocurrir con ésta y con la cuarta el día siguiente; pregunto por qué tienen que realizar ese procedimiento y me responden que seria largo de explicar; afir¬mo que puedo tomar cualquier medicamento por boca y que mi absorción es excelente, por lo que pido al médico de guardia que haga suspender la impla¬cable colocación de guías; lo consigo y dejo de sufrir por ese motivo.
El panorama ha cambiado algo. Desde el lugar donde estoy, si esfuerzo un poco la extensión de la cabeza, puedo ver, a través de una ventana, un enorme cedro solitario en medio de los edificios; es un indudable progreso. Si me incorporo, alcanzo a ver el lugar desde donde el personal controla pacientes y tareas, y también a los cubículos donde otros pacientes esperan, como su nombre lo indica (es decir pacientemente), lo que haya de suceder. Me dan de comer, para mi sorpresa, una comida excelente.
Comienza entonces una larga espera, medida con patrones de impaciencia. Pero pronto percibimos la contradicción, porque somos, por definición, pacientes. Al que no se entera de eso desde el comienzo, la vida hospitalaria le tiene reservada algunas sorpresas desagradables. A las cinco de la mañana (como en F), electrocardiograma, para lo que hay que retirar las cobijas, encender una luz fluorescente que por esos refinamientos de la arquitectura hospitalaria se encuentra ubicada justo encima de la cabeza del paciente. Si uno tiene la desgracia de estar dormido, el efecto debe ser similar al de un electroshock; pero, como se trata de enfermos cardíacos, debe estar calculado como parte del tratamiento. Pienso en mi viejo hospital de hace ya mucho tiempo; en una de las paredes del consultorio donde trabajaba había una cerámica con una inscripción que decía: “EI reposo sigue siendo el mejor tratamiento de la enfermedad" firmada por Antonio Cetrángolo.
Poco tiempo después (a lo mejor uno no ha tenido tiempo de volver a dormirse), llega la auxiliar de laboratorio para la extracción de sangre (no sentí el pinchazo ninguna de las veces que lo hizo: gracias); y, poco después, las mucamas para la limpieza cotidiana del piso (pero no del techo; debe ser porque el personal mira de arriba hacia abajo. Como los enfermos miran de abajo hacia arriba, pueden ver que la tierra se acumula en los artefactos de la iluminación que se encuentran encima de la cama, desde donde pueden descargar la tierra acumulada sobre las heridas quirúrgicas y otras partes del objeto encamado. Vuelvo a no decir nada).
Después es la higiene personal que me devuelve algunas de mis características humanas, con o sin ayuda del personal de enfermería (Una enfermera me confiesa: Esto es lo que se llama un baño simbólico. No por ello menos bienvenido). Desayuno y estamos dispuestos a enfrentar la mañana, que siempre viene cargada de presagios: ¿Me harán hoy la eco?, ¿Me indicarán hoy el tipo de marcapaso conveniente para mi caso?, ¿Me llevarán hoy al quirófano?, ¿Me trasladarán hoy a otra sala con menos restricciones que esta?, ¿Me darán hoy el permiso para regresar a mi hogar?
Algunas de las preguntas formuladas, en mi caso, tuvieron respuesta en su momento, porque funcionó la red de solidaridad externa que mis amigos habían construido, sobre la base de la insistencia ante los médicos responsables de las decisiones que había que tomar para que esas decisiones se tomaran.
El martes al mediodía me hicieron el ecocardiograma y, ese mismo día, por la tarde mis compañeros me trajeron el aparatito de marras. La colocación se demoró hasta el viernes por las dificultades de compatibilización entre los diversos especialistas que se requería para la intervención. Pero, por fin se hizo y todo anduvo sobre rieles.
La rutina prosigue: hay visitas a la hora de las comidas; una sola per¬sona por cama, aunque en mi caso algunos colegas me visitan a deshoras, al fin y al cabo las reglas han sido hechas, como todo el mundo sabe, tam¬bién para ser quebradas. Y, si no, que lo digan la Corte Suprema de Justicia y los Ministros de la Nación, para no hablar de los legisladores nacionales, también llamados padres (y madres supongo) de la Patria.
Las primeras horas de la tarde son aprovechables para dormir o, por lo menos, des¬cansar de la tensión matutina, leer o escuchar música. En alguno de esos intervalos recibo la visita del capellán de la institución con quien tengo un interesante diálogo en torno a mis lecturas; le interesó en particular el libro de Dora Barrancos, "Anarquismo, educación y costumbres en la Ar¬gentina de principios de siglo". La merienda apenas alcanza a interrumpir ese oasis de paz y todo ello termina con el premio del día, que es la segun¬da visita durante la hora de la comida. Después, vuelve a comenzar la larga, inquietante, temible noche hospitalaria.
Cambia el turno del personal; los que hemos tenido la desgracia de dormirnos somos despertados para los controles nocturnos: temperatura, presión arterial, frecuencia de pulso, distraída mirada al monitor que sigue impertérrito y solitario registrando -vaya Dios a saber qué-, todo en medio del encendido y apagado de luces y conversaciones en voz alta que, a veces, se prolongan hasta las dos o tres de la mañana, matizadas con algún juego de naipes o con escarceos amorosos más interesantes que una telenovela de Andrea del Boca.
Nadie a mi izquierda, a mi derecha el viejo Víctor, en la cama seis. Es una figura simpática, de maneras desenfadadas. Todos le llaman “abuelo". Es viejo, tiene más de ochenta años, al parecer ochenta y dos, pero no es seguro porque no responde a las preguntas con coherencia total; a veces dice una cosa y otras cambia, no sé si a propósito, para confundir a sus interlocutores, o porque el confuso es él. Durante el día está más o menos tranquilo, porque el personal atiende sus demandas. Además, varios fami¬liares lo visitan (en rigurosa sucesión de a uno). Pero, durante la noche la cosa cambia y ahí se revela que Víctor no es muy paciente.
Comienza arrancándose alguno de los tubos que lo conectan a la medicina (tiene varios en diversos orificios naturales o artificiales). Como lo que se ha arrancado es una guía periférica, deciden colocarle una guía central, es decir, una canalización de una vena del cuello, pero se las arregla para arrancársela también, creando una minicrisis en el servicio. Resultado: le atan las manos y vuelven a colocarle la guía (renuncio a saber dónde). Una enfermera me cuenta que el abuelo tiene insuficiencia cardíaca izquierda y derecha, y trastornos broncopulmonares crónicos, además de algún problema de vejiga. Recuerdo mis épocas de neumonólogo y puedo imaginarme el cuadro y los desequilibrios que produce. Pienso: ¿Por qué tiene que estar internado en un servicio de terapia intensiva? Al rato, vuel¬vo a pensar: ¿Por qué cualquiera de nosotros tiene que estar internado en un servicio de terapia intensiva? No sé la respuesta. No digo nada.
Las siete noches que pase en el servicio son materia para un escritor. Durante ese periodo leí los cuentos del ultimo libro publicado de García Márquez y volví a tener la sensación de que ese autor no es más que un plagiario. Porque, durante mi vida de algunos años en el Caribe, escuché a viejos pescadores y campesinos contar los cuentos que, después, le hicieron ganar el premio Nobel y ahora se repetía la situación. ¿Qué diferencia hay entre las atrocidades que le ocurren a esa mujer que llega a un lugar para hablar por teléfono y queda encerrada por el resto de sus días, con la sensación de indefensión que experimentamos los pacientes de un servicio hospitalario?
Pero el viejo Víctor no era muy paciente; pasó de las vías del hecho a tratar de resolver sus problemas de otras maneras, desarrollando diversas estrategias, todas condenadas de antemano al fracaso. Pidió favores para sí: Soy un pobre viejo, déjenme ir a mi casa. Suplicó: ¡Por el amor de Dios, llévenme a la parada del colectivo que yo ahí me arreglo! Reclamó a gritos por sus pantalones y el resto de su ropa (debo confesar que yo había hecho el mismo reclamo a mi mujer, en un momento que estaba menos confuso que el viejo Víctor, pero posiblemente algo más psicótico; la dife¬rencia entre los dos era que él expresaba en voz alta lo que yo decía en voz baja a Asia o a María).
Cuando ninguna de estas cosas dio el resultado esperado, recurrió al soborno: Piba, ¿cuánto ganás?; te doy veinticinco pesos si me traés la ropa; no tengo plata aquí pero mañana mi familia me trae. Ni siquiera así. Entonces, el reclamo se hizo más decidido: ¡Patrullero, me tienen secuestra¬do! ¡Vengan a rescatarme! Todo esto ocurría por la noche, entre las once y las tres o cuatro de la mañana, hasta que el agotamiento o el efecto de algún medicamento, lograba crear cierta calma en el servicio. A veces -durante el día- el viejo apelaba a la solidaridad de los que estábamos ahí: ¡Todos somos prisioneros! Y yo creía entender que no sólo se refería a nosotros, es decir a los pacientes encamados, sino también a los que nos cuidaban desde su función como trabajadores hospitalarios. Pero tampoco en este caso encontró ninguna respuesta.
Oigo, en algún momento en que el viejo duerme, el comentario que una médica hace a un colega: Este paciente no debiera estar aquí, habría que enviarlo a la sala de Clínica Médica del Hospital R, pero el problema es que ellos son más iatrogénicos que nosotros. (Es la segunda vez que escucho este término durante mi internación; las dos, en boca de médicos).
Cuando alguien, por lo común el personal de enfermería, ocasional¬mente algún médico, daban alguna respuesta a sus inquietudes, era, gen¬eralmente, una respuesta equivoca o falsa: Mañana va a ir a su casa; aguante un poco para mejorarse y ponerse fuerte.
Pero, la respuesta más frecuente -al viejo o a cualquiera de nosotros ante cualquier solicitud o reclamo- era: Quédese tranquilo. Sin duda la frase más oída durante todo el tiempo que estuve internado. Quisiera saber si alguien es capaz de mantenerse tranquilo en una situación como la descrita.
El día lunes 14 me trasladaron a otro piso del mismo hospital, en una habitación donde compartía con otro paciente que venía del mismo lugar que yo, el nuevo régimen y las nuevas normas. Si “allá" era obligatorio estar desnudo y acostado, “acá" era obligatorio estar con pijama y permiti¬do (en algunos casos) levantarse.
Descubrí al lado de nuestra habitación un baño con una ducha con agua caliente y gocé del primer baño no sim¬bólico. Eso, junto con la visión del parque que teníamos desde las ven¬tanas del hospital, donde la temperatura primaveral hacia que se juntaran jóvenes a tomar sol en vestimenta adecuada para ello, me hizo recuperar algunas de mis condiciones más humanas y también las ganas de irme de allí lo más pronto posible. Pero no iba a ser tan fácil.
Debió notarse mi inquietud, porque la primera noche una enfermera me dio un comprimido que ingenuamente tomé. Al día siguiente estuve somnoliento y enojado sin saber por qué, durante todo el día. Cuando, por la noche, nuevamente me dieron la pastilla, pregunté de qué se trataba y la enfermera me contestó: Lo ignoro. A lo que respondí que pensaba que se trataba de propóleos y que me negaba a tomarlo, por temor a la intoxi¬cación. Me di cuenta que el humor de la enfermera no había aceptado de buen grado la broma que, justo es reconocerlo, tampoco había sido hecha de buen grado.
Mientras tanto, esperaba el examen del funcionamiento del marcapaso para que se me diera el alta hospitalaria; pero, por dificultades de coordinación, eso no se pudo realizar el día martes y amenazaba prolon¬garse en forma indefinida sin razones claras que lo justificaran. Por lo que el día miércoles hice saber (vía Asia y María) que, o me daban el alta o me iba sin ella. La médica que me atendió en esa circunstancia me preguntó cuál era la razón de mi inquietud y si acaso me habían tratado mal en el servicio donde me encontraba. Esa misma médica (que conocía mi profe¬sión y mi especialidad de sanitarista) había comentado conmigo durante la instalación del marcapaso definitivo la necesidad de reformar los servicios hospitalarios y la dificultad para hacerlo, dadas las características ideológi¬cas de muchos de los personajes involucrados.
Me dieron el alta y me fui a mi casa en el que se convirtió en uno de los días más felices de mi vida.
Aquí terminan las anécdotas. Contadas así y en retrospectiva, algunas parecen graciosas. Desde la cama donde las viví, no me hicieron ninguna gracia. (...)”.
derechos humanos y gestión en salud
DERECHOS HUMANOS Y GESTIÓN EN SALUD
región sanitaria VII
región sanitaria VII
viernes, 27 de agosto de 2010
Trabajo práctico Nª 7
Estado
Aquí la invitación es pensarse como trabajadores del Estado y desde allí poder contestar una serie de preguntas. Desde la cátedra se asocia un acto de salud a producir ciudadanía. Así las cosas, quien atiende en una guardia a un paciente crítico, quien realiza un taller de plástica en un Hospital Neuropsiquiátrico o platea en una asamblea barrial que es importante potabilizar el agua; inaugura una serie que rápidamente llega al poder del Estado. Por eso en este trabajo práctico la idea será poder pensarse como parte de un sistema de salud y compartir una teoría del Estado con la que trabajamos; aunque no siempre aparezca explicitada.
1. Guiorguio Agamben es autor de un libro muy interesante, su nombre: El Estado de excepción. Allí se habla que el Estado moderno en muchos momentos ubica una excepción dentro de su legislación que hace que pueda mostrar su verdadera cara. En algunos casos, como en momentos de guerra, el Estado de derecho se suspende, porque las garantías institucionales podrían poner en peligro su entidad. La cuestión a destacar, es poder observar el momento que el Estado se enfrenta al Estado, es decir a los ciudadanos. Cromañon puede ser un buen ejemplo de esta fatal dialéctica. Podría describir, a su entender, cual fue el papel de la red sanitaria en esa tragedia donde han muerto tantos victimas inocentes.
2. La identidad de los pacientes que atendemos en los Servicios de salud, tienen un factor que los unifica: son ciudadanos. Sin embargo no siempre se los piensa como tales sino que se los ubica simplemente como consumidores. Esto se observa, por ejemplo, cuando se le receta algún medicamento que el paciente no puede comprar. ¿Cual sería, para ud, una posible salida de esta encerrona? Conformar un tribunal de ética, acompañar a colectivos de usuarios para que se conformen como fuerza política, favorecer la creación de producción de medicamentos estatales, etc.
3. Graciela Feigó es una pensadora muy crítica de la inclusión social; ella plantea que los incluidos necesitan de los excluidos para existir. Por otro lado, nos señala que las mismas instituciones que excluyen son las mismas que luego desarrollan dispositivos inclusivos. Siguiendo con está lógica, los programas de salud no siempre llegan a los más necesitados. La propuesta aquí es que describa algún dispositivo de inclusión social que hayan desarrollado en su institución para que los pacientes puedan tener un mejor acceso al Servicio que se brinda.
Estado
Aquí la invitación es pensarse como trabajadores del Estado y desde allí poder contestar una serie de preguntas. Desde la cátedra se asocia un acto de salud a producir ciudadanía. Así las cosas, quien atiende en una guardia a un paciente crítico, quien realiza un taller de plástica en un Hospital Neuropsiquiátrico o platea en una asamblea barrial que es importante potabilizar el agua; inaugura una serie que rápidamente llega al poder del Estado. Por eso en este trabajo práctico la idea será poder pensarse como parte de un sistema de salud y compartir una teoría del Estado con la que trabajamos; aunque no siempre aparezca explicitada.
1. Guiorguio Agamben es autor de un libro muy interesante, su nombre: El Estado de excepción. Allí se habla que el Estado moderno en muchos momentos ubica una excepción dentro de su legislación que hace que pueda mostrar su verdadera cara. En algunos casos, como en momentos de guerra, el Estado de derecho se suspende, porque las garantías institucionales podrían poner en peligro su entidad. La cuestión a destacar, es poder observar el momento que el Estado se enfrenta al Estado, es decir a los ciudadanos. Cromañon puede ser un buen ejemplo de esta fatal dialéctica. Podría describir, a su entender, cual fue el papel de la red sanitaria en esa tragedia donde han muerto tantos victimas inocentes.
2. La identidad de los pacientes que atendemos en los Servicios de salud, tienen un factor que los unifica: son ciudadanos. Sin embargo no siempre se los piensa como tales sino que se los ubica simplemente como consumidores. Esto se observa, por ejemplo, cuando se le receta algún medicamento que el paciente no puede comprar. ¿Cual sería, para ud, una posible salida de esta encerrona? Conformar un tribunal de ética, acompañar a colectivos de usuarios para que se conformen como fuerza política, favorecer la creación de producción de medicamentos estatales, etc.
3. Graciela Feigó es una pensadora muy crítica de la inclusión social; ella plantea que los incluidos necesitan de los excluidos para existir. Por otro lado, nos señala que las mismas instituciones que excluyen son las mismas que luego desarrollan dispositivos inclusivos. Siguiendo con está lógica, los programas de salud no siempre llegan a los más necesitados. La propuesta aquí es que describa algún dispositivo de inclusión social que hayan desarrollado en su institución para que los pacientes puedan tener un mejor acceso al Servicio que se brinda.
martes, 24 de agosto de 2010
Trabajo práctico Nº 6
Aborto
• El aborto en argentina tiene que ver con una práctica invisible. Por ende, muchas veces, no aparece como un problema de salud. Es un tema donde confluyen distintos discursos (lo jurídico, lo sanitario, lo religioso) la propuesta es poder meternos en esta cuestión y conocer su parecer como profesional de la salud.
• Como en muchos puntos de este trabajo práctico se establece como paradigmático el caso de Romina Tejerina, dejo un artículo que habla de la cuestión, para quien no lo conocía.
1. La primera pregunta de este trabajo práctico invita a pensar en el cuerpo de las consultantes a un servicio de ginecología. ¿De quien es el cuerpo de las pacientes que asisten al sistema de salud? ¿Les pertenece a ellas mismas, queda en manos del poder médico, tiene que ver con lo que plantea la ley, le concierne a la iglesia católica? En este sentido el caso Tejerina es clave. ¿Ella pudo decidir sobre su cuerpo o fue rehén de la violencia de un vecino y un sistema judicial que no entendió el caso?
2. Según Sartre “una elección trágica no es una elección libre”, por eso en su libro: “los problemas de la razón” toma al aborto como paradigma de dicha cuestión. El aborto si lo tomamos como un problema de salud, lo podemos a vincular con campañas de salud sexual y reproductiva. Volviendo a Tejerina; se ha sabido que la joven jugueña no tenía información de la famosa pastilla “del día después”. ¿Cómo residente, cual podría ser su aporte ha dicho problema? Si participó de alguna campaña preventiva, le sugiero que relate lo ocurrido.
3. En su libro “fornicar y matar” Laura Klein relaciona al aborto con los derechos humanos y dice que se tendría que anudar “libertad política con libertad sexual”.
Según la abogada Perla Prigoshin (asesora del Ministerio de Salud de la Pcia de Bs As)
“El ámbito legislativo que rige en nuestro país, tiene al aborto como un delito pero establece claramente las excepciones porque devuelve al campo de los desincriminados, una práctica médica que ponga en peligro la vida o la salud de la mujer embarazada”.
Las normas y las prácticas diarias no siempre van de la mano; por eso la propuesta es que pueda establecer un caso donde haya existido de embarazo no deseado y relate de qué modo ha actuado el grupo de la institución a la que pertenece. Si por su especialidad no intervino en ninguno, tome el caso Tejerina y realice el ejercicio.
• Feminización de la pobreza
el caso Romina Tejerina
Las mujeres vienen sufriendo distintas violencias, el acoso sexual y las violaciones son una problemática que vienen padeciendo en distintas regiones del país. La presencia de dichos casos y la ausencia de justicia en la mayoría de ellos, acompañada de una campaña feroz que apunta al olvido, invisibilización e indiferencia, demuestra que vivimos en una sociedad que naturaliza las violencias existentes hacia las mujeres.
Tan sólo el 11% de los casos son denunciados, y sólo uno de cada 10 de los denunciados recibe castigo, en promedio de 4 años y medio de cárcel, aunque algunos se fugan.
Romina Tejerina, es víctima de una sociedad enceguecida por prácticas y discursos patriarcales Ella es una joven jujeña, que vivía en el barrio Roberto Sánchez de San Pedro, a 30 kilómetros de San Salvador, Jujuy, cursaba el quinto año de la secundaria. Esta joven a los 18 años conoció el dolor, la impotencia, la discriminación y de la ausencia de justicia. El 1º de agosto de 2002 comenzó el atropello a su persona, fue víctima de una violación, fue abusada sexualmente por un vecino cuyo nombre es Eduardo Vargas. El violador actualmente tiene 42 años, es comerciante y hermano de un policía y se encuentra impunemente en libertad.
Romina Tejerina en la madrugada del 1º de agosto de 2002, fue a buscar a una de sus hermanas a una bailanta en las afueras de San Pedro, a 63 kilómetros de la capital jujeña. Un vecino la persiguió, la violó y como consecuencia quedó embarazada.
Romina como tantas otras mujeres no denunció en su momento la violación que sufrió. La sensación de desprotección estatal, legal e institucional frente a esta problemática, opera de diversas maneras. Primero culpabiliza a la víctima, ya que denunciar una violación es un proceso tan traumático como el delito denunciado, allí se pone en evidencia la ineficiencia del Estado. Transitar por todos los espacios obligatorios para exigir justicia resultan ser un claro testimonio de las inoperancias y desprotección que sufri-mos las mujeres en estos casos. El Estado exige la denuncia pero, a la vez, desampara a las denunciantes.
Siete meses más tardes, en febrero de 2003, en silencio, Romina se dirigió al baño de su casa, viò la cara del violador y mató al recién nacido. La joven se encontraba en medio de un brote psicótico causado por el trauma de la violación, según su abogada.
Desde el 23 de febrero de 2003 se encuentra privada de su libertad por orden del juez Argentino Juárez. Fue Detenida en el Penal de Mujeres de San Salvador de Jujuy.
La justicia argentina desde un principio, desestimó y no contempló el shock de la joven. Además separó la violación del resto del caso, desvinculando la violencia sufrida por Romina de su consecuencia; buscaban mostrarla como una asesina fría y despiadada, llegando a negar que hubo una violación.
Esta joven que debía enfrentar su situación ante una sociedad, que se niega a observar la intolerancia y la imposibilidad que tienen las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos.
Los primeros tratos en palabras de Romina:
“Me acuerdo de que me llevaron al hospital y ahí me agarró un oficial Reyes, que yo conocía del barrio, y me empezó a zamarrear, a decirme ‘pendeja de mierda, qué haz hecho’... Y yo muda, lo miraba. Después vino la neonatóloga y de vuelta a sacudirme, así con odio, que qué había hecho, que no me haga la mosquita muerta porque era un monstruo. Esas son las palabras que tengo grabadas.”
“Lo único que dije ahí mismo es que me habían violado, pero nadie quería escuchar eso, querían que declarara lo otro”
“Después se agarran de eso para decir que soy una desalmada, o hablan de la ropa que uso. Igual que en el juicio por la violación, me preguntaban si usaba pollera corta. Y claro que usaba, como todas las chicas. Ahora no sé si alguna vez voy a volver a ir a bailar, lo único que quiero es terminar la escuela, porque ya perdí mucho tiempo.”
La vergüenza de la “justicia”
La fiscal argumentó que Romina usaba minifaldas, salía a bailar y se peleaba con los padres, este proceder daba motivos para considerarla una homicida. También remarcó que haber intentado abortar era otra razón para condenarla, sosteniendo así el argumento de la Iglesia de que las mujeres que abortan son asesinas, idea que fundamenta la ilegalidad del aborto.
Mientras Romina Tejerina está desde hace 2 años y nueve meses tras las rejas, en la cárcel, el violador Eduardo "Pocho" Vargas camina por las calles de Jujuy con total impunidad. Este sujeto estuvo detenido apenas 23 días y el juez lo eximió de culpas.
Un fallo ejemplificador
El viernes 10 de junio de 2005, fue el día del fallo. Los jueces Antonio Llermanos, Héctor Carrillo y Alfredo Frías, de la Sala II de la Cámara Penal de San Salvador de Jujuy, en Argentina, condenaron a Romina a 14 años de prisión por el cargo de homicidio calificado.
Sobre su cuerpo y sobre su vida pesa la hipocresía de una justicia que arbitra-riamente habla de "homicidio calificado por el vínculo", que invisiviliza la realidad por la que atravesó y atraviesa Romina.
Mientras se dictaba la sentencia, en las calles se encontraban diferentes organi-zaciones de mujeres que exigían la libertad de Romina Tejerina y la cárcel al violador; ellas también fueron desoídas.
Los jueces Antonio Llermanos, Héctor Carillo y Alfredo José Frías consideraron que la joven vivió una "infancia plagada de violencia tanto física como moral", que "se encontraba sola esperando un niño sin padre [conocido]" y que "no tenía apoyo familiar", dado que la única que sabía de su embarazo era su hermana Erica. Por estas circunstancias el tribunal no dio lugar al pedido de la fiscal, Liliana Fernández de Montiel, de sentenciar a la joven a prisión perpetua.
El alegato de la Fiscal de Sala, Liliana Fernández de Montiel, intentó demostrar que Romina estaba en pleno dominio de sus actos al momento del hecho y deses-timar cualquier potencial atenuante.
La abogada de Tejerina, Mariana Vargas, consideró positivo que la Cámara Penal tuviera en cuenta algunas circunstancias atenuantes e insistió en que apelará el fallo.
En diciembre de 2005 la justicia denegó el pedido que solicitó la defensa de Romina para que pueda pasar las fiestas de fin de año en su casa con sus familiares.
Aborto
• El aborto en argentina tiene que ver con una práctica invisible. Por ende, muchas veces, no aparece como un problema de salud. Es un tema donde confluyen distintos discursos (lo jurídico, lo sanitario, lo religioso) la propuesta es poder meternos en esta cuestión y conocer su parecer como profesional de la salud.
• Como en muchos puntos de este trabajo práctico se establece como paradigmático el caso de Romina Tejerina, dejo un artículo que habla de la cuestión, para quien no lo conocía.
1. La primera pregunta de este trabajo práctico invita a pensar en el cuerpo de las consultantes a un servicio de ginecología. ¿De quien es el cuerpo de las pacientes que asisten al sistema de salud? ¿Les pertenece a ellas mismas, queda en manos del poder médico, tiene que ver con lo que plantea la ley, le concierne a la iglesia católica? En este sentido el caso Tejerina es clave. ¿Ella pudo decidir sobre su cuerpo o fue rehén de la violencia de un vecino y un sistema judicial que no entendió el caso?
2. Según Sartre “una elección trágica no es una elección libre”, por eso en su libro: “los problemas de la razón” toma al aborto como paradigma de dicha cuestión. El aborto si lo tomamos como un problema de salud, lo podemos a vincular con campañas de salud sexual y reproductiva. Volviendo a Tejerina; se ha sabido que la joven jugueña no tenía información de la famosa pastilla “del día después”. ¿Cómo residente, cual podría ser su aporte ha dicho problema? Si participó de alguna campaña preventiva, le sugiero que relate lo ocurrido.
3. En su libro “fornicar y matar” Laura Klein relaciona al aborto con los derechos humanos y dice que se tendría que anudar “libertad política con libertad sexual”.
Según la abogada Perla Prigoshin (asesora del Ministerio de Salud de la Pcia de Bs As)
“El ámbito legislativo que rige en nuestro país, tiene al aborto como un delito pero establece claramente las excepciones porque devuelve al campo de los desincriminados, una práctica médica que ponga en peligro la vida o la salud de la mujer embarazada”.
Las normas y las prácticas diarias no siempre van de la mano; por eso la propuesta es que pueda establecer un caso donde haya existido de embarazo no deseado y relate de qué modo ha actuado el grupo de la institución a la que pertenece. Si por su especialidad no intervino en ninguno, tome el caso Tejerina y realice el ejercicio.
• Feminización de la pobreza
el caso Romina Tejerina
Las mujeres vienen sufriendo distintas violencias, el acoso sexual y las violaciones son una problemática que vienen padeciendo en distintas regiones del país. La presencia de dichos casos y la ausencia de justicia en la mayoría de ellos, acompañada de una campaña feroz que apunta al olvido, invisibilización e indiferencia, demuestra que vivimos en una sociedad que naturaliza las violencias existentes hacia las mujeres.
Tan sólo el 11% de los casos son denunciados, y sólo uno de cada 10 de los denunciados recibe castigo, en promedio de 4 años y medio de cárcel, aunque algunos se fugan.
Romina Tejerina, es víctima de una sociedad enceguecida por prácticas y discursos patriarcales Ella es una joven jujeña, que vivía en el barrio Roberto Sánchez de San Pedro, a 30 kilómetros de San Salvador, Jujuy, cursaba el quinto año de la secundaria. Esta joven a los 18 años conoció el dolor, la impotencia, la discriminación y de la ausencia de justicia. El 1º de agosto de 2002 comenzó el atropello a su persona, fue víctima de una violación, fue abusada sexualmente por un vecino cuyo nombre es Eduardo Vargas. El violador actualmente tiene 42 años, es comerciante y hermano de un policía y se encuentra impunemente en libertad.
Romina Tejerina en la madrugada del 1º de agosto de 2002, fue a buscar a una de sus hermanas a una bailanta en las afueras de San Pedro, a 63 kilómetros de la capital jujeña. Un vecino la persiguió, la violó y como consecuencia quedó embarazada.
Romina como tantas otras mujeres no denunció en su momento la violación que sufrió. La sensación de desprotección estatal, legal e institucional frente a esta problemática, opera de diversas maneras. Primero culpabiliza a la víctima, ya que denunciar una violación es un proceso tan traumático como el delito denunciado, allí se pone en evidencia la ineficiencia del Estado. Transitar por todos los espacios obligatorios para exigir justicia resultan ser un claro testimonio de las inoperancias y desprotección que sufri-mos las mujeres en estos casos. El Estado exige la denuncia pero, a la vez, desampara a las denunciantes.
Siete meses más tardes, en febrero de 2003, en silencio, Romina se dirigió al baño de su casa, viò la cara del violador y mató al recién nacido. La joven se encontraba en medio de un brote psicótico causado por el trauma de la violación, según su abogada.
Desde el 23 de febrero de 2003 se encuentra privada de su libertad por orden del juez Argentino Juárez. Fue Detenida en el Penal de Mujeres de San Salvador de Jujuy.
La justicia argentina desde un principio, desestimó y no contempló el shock de la joven. Además separó la violación del resto del caso, desvinculando la violencia sufrida por Romina de su consecuencia; buscaban mostrarla como una asesina fría y despiadada, llegando a negar que hubo una violación.
Esta joven que debía enfrentar su situación ante una sociedad, que se niega a observar la intolerancia y la imposibilidad que tienen las mujeres a decidir sobre sus propios cuerpos.
Los primeros tratos en palabras de Romina:
“Me acuerdo de que me llevaron al hospital y ahí me agarró un oficial Reyes, que yo conocía del barrio, y me empezó a zamarrear, a decirme ‘pendeja de mierda, qué haz hecho’... Y yo muda, lo miraba. Después vino la neonatóloga y de vuelta a sacudirme, así con odio, que qué había hecho, que no me haga la mosquita muerta porque era un monstruo. Esas son las palabras que tengo grabadas.”
“Lo único que dije ahí mismo es que me habían violado, pero nadie quería escuchar eso, querían que declarara lo otro”
“Después se agarran de eso para decir que soy una desalmada, o hablan de la ropa que uso. Igual que en el juicio por la violación, me preguntaban si usaba pollera corta. Y claro que usaba, como todas las chicas. Ahora no sé si alguna vez voy a volver a ir a bailar, lo único que quiero es terminar la escuela, porque ya perdí mucho tiempo.”
La vergüenza de la “justicia”
La fiscal argumentó que Romina usaba minifaldas, salía a bailar y se peleaba con los padres, este proceder daba motivos para considerarla una homicida. También remarcó que haber intentado abortar era otra razón para condenarla, sosteniendo así el argumento de la Iglesia de que las mujeres que abortan son asesinas, idea que fundamenta la ilegalidad del aborto.
Mientras Romina Tejerina está desde hace 2 años y nueve meses tras las rejas, en la cárcel, el violador Eduardo "Pocho" Vargas camina por las calles de Jujuy con total impunidad. Este sujeto estuvo detenido apenas 23 días y el juez lo eximió de culpas.
Un fallo ejemplificador
El viernes 10 de junio de 2005, fue el día del fallo. Los jueces Antonio Llermanos, Héctor Carrillo y Alfredo Frías, de la Sala II de la Cámara Penal de San Salvador de Jujuy, en Argentina, condenaron a Romina a 14 años de prisión por el cargo de homicidio calificado.
Sobre su cuerpo y sobre su vida pesa la hipocresía de una justicia que arbitra-riamente habla de "homicidio calificado por el vínculo", que invisiviliza la realidad por la que atravesó y atraviesa Romina.
Mientras se dictaba la sentencia, en las calles se encontraban diferentes organi-zaciones de mujeres que exigían la libertad de Romina Tejerina y la cárcel al violador; ellas también fueron desoídas.
Los jueces Antonio Llermanos, Héctor Carillo y Alfredo José Frías consideraron que la joven vivió una "infancia plagada de violencia tanto física como moral", que "se encontraba sola esperando un niño sin padre [conocido]" y que "no tenía apoyo familiar", dado que la única que sabía de su embarazo era su hermana Erica. Por estas circunstancias el tribunal no dio lugar al pedido de la fiscal, Liliana Fernández de Montiel, de sentenciar a la joven a prisión perpetua.
El alegato de la Fiscal de Sala, Liliana Fernández de Montiel, intentó demostrar que Romina estaba en pleno dominio de sus actos al momento del hecho y deses-timar cualquier potencial atenuante.
La abogada de Tejerina, Mariana Vargas, consideró positivo que la Cámara Penal tuviera en cuenta algunas circunstancias atenuantes e insistió en que apelará el fallo.
En diciembre de 2005 la justicia denegó el pedido que solicitó la defensa de Romina para que pueda pasar las fiestas de fin de año en su casa con sus familiares.
lunes, 23 de agosto de 2010
Trabajo práctico Nº 5
La peste.
• El año pasado hemos pasado por una situación de alerta sanitario. Tuvimos que convivir con una “peste” – la gripe porcina – que nos ha dejado muchas enseñanzas. La idea de este trabajo práctico es poder pensar desde una perspectiva de los derechos humanos lo ocurrido y para eso nos vamos a valer de la obra de Albert Camus. Por ende, les voy a pedir que lean la obra literaria (se puede bajar de Internet) y articulen lo expresado ahí con lo ocurrido en nuestro país.
• Por último dejo un artículo aparecido en “La nación” que señala la articulación pretendida por esta cátedra.
1. Según Albert Camus; gracias a las plagas uno aprende algo. ¿Qué aprendió ud gracias a la epidemia de la gripe A?
2. En la ciudad donde transcurre “la peste” se cierran las puertas para evitar que se propague la epidemia. Existieron hechos que ud ha vivido que los podría comparar con esta medida extrema. La pregunta es específica y no tiene que ver con el cierre de escuelas o aeropuertos sino con cambios ocurridos en su lugar de trabajo.
3. Lateralmente en la obra aparece la medicación como salvadora y como elemento que se contrapone al discurso religioso. ¿Qué papel jugaron los laboratorios durante el periodo de la gripe porcina en Argentina?
En torno a Albert Camus, La Peste y la gripe A
"Las primeras muertes por la epidemia llenaron los espíritus de signos desconcertantes; la sorpresa de los primeros días se transformó poco a poco en angustia, miedo y finalmente en pánico. Nadie había pensado nunca que algo así nos pudiera suceder."
Albert Camus (1913 – 1960) recibió “por su importante producción literaria que ilumina con clarividente seriedad los problemas de la conciencia humana de nuestro tiempo” el Premio Nobel de Literatura 1957; publicó en 1947 “La peste”. “La peste”, supone un cierto cambio en el pensamiento de Camus, abraza la idea de la solidaridad y la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir que se impone a la noción del absurdo; esta novela es a la vez una obra realista y alegórica, una reconstrucción mítica de los sentimientos del hombre europeo de la posguerra, de sus terrores más agobiantes.
En “La peste” la epidemia se genera en la ciudad argelina de Orán tan tranquila antes de esto y ahora trastornada en pocos días; da lo mismo que sea en cualquier parte. Desde los primeros casos de enfermedad denunciados y más aún con los primeros casos de muerte por la enfermedad, se incrustaba en el imaginario popular toda clase de informaciones y sentimientos que, al principio, nadie hacía caso pero, a poco andar, las cosas y los casos llegaron más lejos de lo previsible mientras que los medios de comunicación se encargaban de amplificar la realidad con comentarios de todo tipo. Se daba cuenta del fenómeno de la peste, cuya amplitud no se podía precisar y cuyo origen, aunque conocido, no podía ser combatido ni prevenido pero que tenía, trágicamente, contenidos amenazadores.
La ansiedad y hasta el pánico comenzó a llegar a las ciudades y los pueblos y por supuesto llegaba a su colmo en la ciudad. Se pedían medidas radicales, se acusaba a las autoridades de indolencia, de falta de preparación para estas cuestiones, de ocultamiento de información, de no poseer remedios efectivos, de no tener vacunas por otra parte inexistentes…
La realidad mostró, a poco andar, la fragilidad del ser humano y la muerte como certeza y destino ineluctable para todos y cada uno de nosotros.
Las primeras muertes por la epidemia llenaron los espíritus de signos desconcertantes; la sorpresa de los primeros días se transformó poco a poco en angustia, miedo y finalmente en pánico. Nadie había pensado nunca que algo así nos pudiera suceder.
La crónica, como de costumbre, atareada en comentarios variopintos sobre politiquería intrascendente, asesinatos, amoríos y vida y milagros de bellas mujeres sobreexpuestas sustituyó sus rutinas y se ocupó por entero y durante mucho tiempo, de hacer campaña sanitaria una vez que se percataron del peligro o que recibieran la orden precisa de hablar del tema.
El tiempo vital comenzó a estropearse para todos y vivimos por bastante tiempo una situación de autoencierro y aislamiento forzoso tal como en las épocas de las grandes y célebres pestes medioevales de la vieja Europa.
Se preguntaban los doctores y les preguntaban a los doctores si la cosa era seria y siempre, no por obstinación sino por desconocimiento, contestaban que no se sabía mucho del tema y que sin duda el tiempo diría la última palabra.
La gente colmaba los hospitales y los hospitales no podían recibir y asistir a todos por eso se decidió aceptar a los confirmados de la peste y rechazar a los sospechosos; muchos enfermos murieron en sus casas, lugar ideal para este trance.
Algunos comenzaron a hacer la suma de los casos; la suma resultó preocupante y provocó consternación; en pocos días los enfermos se multiplicaron y los muertos también así, entonces, estuvimos seguros de que se trataba de una verdadera epidemia.
Murieron cerca de cien millones de personas en la treintena de pestes que la historia ha conocido en Europa y de peste parecida a la actual por el año 1918. Entre nosotros, una mañana lluviosa y destemplada de 1956, comenzaron a llegar a los hospitales niños afectados de parálisis infantil, o mejor dicho, de poliomielitis anterior aguda o Enfermedad de Heine-Médin. Cada tres o cuatro años aparecía la epidemia.
La de 1943 fue tremenda, y la de 1956 peor todavía. Había pulmotores o respiradores mecánicos hasta en los pasillos de las salas de los hospitales y no alcanzaban para todos. El ruido de esos cilindros presurizados era ensordecedor y era trágico ver a los pobres niños metidos en esos armatostes. Los padres y los médicos estaban desesperados porque era poco lo que se podía hacer; la gente lavaba y lavaba las veredas de las ciudades con una bolsita colgada del cuello conteniendo alcanfor para ahuyentar los virus sin que faltaran medallas protectoras, amuletos y profecías. Algunos invocaban a la Enfermera Elizabeth Kenny de Estados Unidos de Norteamérica para que enseñara a rehabilitar a centenares de niños argentinos sobrevivientes pero tullidos, doloridos e impedidos de moverse.
Se suponía que en nuestro mundo occidental desarrollado era imposible una reaparición trasnochada de una epidemia de cualquier causa sin recordar que hace muy poco nos apabulló el cólera, el dengue y nos acompaña imperturbable el Chagas (la enfermedad de Chagas causada por el protozoo Trypanosoma cruzi es endémica en América Latina con 15 millones de infectados, 50.000 nuevos casos anuales y alrededor de 14.000 muertes por año. El Chagas es una enfermedad socio-económica que afecta a poblaciones de escasos recursos y con viviendas precarias) y otras cosas más…; redescubrimos que había mucha gente con hambre y que los desnutridos, resuelta y definitivamente indefensos ante la infección por carecer de inmunidades, caerían sin pasar por el cedazo en el pozo de la muerte.
Casi todos nosotros somos descreídos de las plagas y las pestes. Difícilmente creemos en ellas hasta que se nos caen sobre la cabeza, “ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, no obstante, peste y guerras toman siempre desprevenida a la gente”. “La calamidad no está hecha a medida del hombre, por tanto, se concluye que la calamidad es irreal; es una pesadilla que va a pasar”.
Nosotros creemos y pensamos que no nos pueden caer calamidades porque somos poco modestos, ignoramos casi todo, confundimos opiniones con argumentos y llenamos permanentemente nuestros vacíos haciendo negocios, preparando y haciendo viajes y creyendo en el progreso continuo de la humanidad; en cualquier momento, aún tomando precauciones, la peste suprimirá nuestra libertad y cancelará nuestro porvenir.
Otra cuestión, no menor, era saber qué medidas convenía tomar ante la epidemia y, como corresponde, se aceleró el trámite para constituir comisiones sanitarias de expertos que, como siempre, muchas veces no coincidían y no lograban unificar el discurso que la gente necesitaba escuchar.
La cuestión era saber si se trataba de una epidemia o no aunque la gran mamá de la OMS ya se había expresado afirmativamente en ese sentido; por otra parte, era políticamente incorrecto escandalizar, dudar, sobresaltarse, entregarse al pánico porque, al fin de cuentas, se trataba de … una simple fiebre con complicaciones.
Mientras tanto que la peste avanzaba, los pocos laboratorios capacitados y tecnificados para hacer buenos diagnósticos se abarrotaron de muestras para análisis cuyos resultados tardaron en llegar pero, además, algunos sabíamos que no modificarían el acontecer clínico natural de la enfermedad pero permitirían discutir y comparar resultados estadísticos. A la velocidad en que se propaga la enfermedad, si no es detenida o se agota en sí mismo el brote epidémico, alcanza para enfermar y matar a mucha gente y poco importará cómo se llame científicamente y que clase de guarismos acumulen las estadísticas.
Si esta peste o epidemia no cesaba por sí misma, habría que aplicar las medidas rigurosas de profilaxis conocidas y previstas pero también habría que reconocer oficialmente que se trata de una epidemia y esto no es para nada simpático para los funcionarios de turno.
Los primeros días arreciaron informaciones y consejos y se tomaron medidas sanitarias poco draconianas para no inquietar a la opinión pública.
Las medidas preventivas que se tomaron fueron prudentes y comprensibles y se supuso que serían suficientes para impedir la extensión de la epidemia; los administradores del país de abnegada dedicación al tema, como era de esperar, pidieron la colaboración y el esfuerzo personal a toda la comunidad comprometida con la epidemia por su propio miedo que se dedicó a extremar la limpieza y la higiene casi en forma fóbica y a concurrir a los servicios sanitarios ante una simple y transitoria carraspera agotando prontamente la capacidad de respuesta de los servicios y las reservas de alcohol y barbijos; el barbijo no servía para nada pero daba confianza y tranquilizaba al que lo usaba y a los demás; por otra parte todas estas cosas eran inútiles ante los virus que atraviesan sin atasco las barreras más sofisticadas y se instalan como huéspedes inoportunos y letales en los seres menos pensados. Todas las cosas, los objetos, las personas, las habitaciones… fueron sometidas a desinfección obligatoria.
Las personas por lo demás sociables, afectuosas y deseosas de proximidad debieron separarse evitando los contactos, tan necesitados de calor humano como estamos. Los miembros de una misma familia debían aislarse los unos de los otros porque alguien podía estar contaminado y no saberlo. Sentíamos que estábamos a merced de la enfermedad.
Los restaurantes, los cafés, los cines y teatros, las escuelas, el Congreso nacional, las legislaturas provinciales, las universidades, los shopping, los supermercados…fueron cerrados o restringido su acceso por un tiempo desesperando a los comerciantes por la ruinosa merma de su rentabilidad.
Cada vez que pensábamos en la epidemia nos costaba mucho admitir que teníamos miedo y aceptar que ante los primeros muertos se acabaría el mundo.
Para la mayoría de nosotros, si enfermábamos, no nos quedaría otra alternativa que concurrir al hospital o a la salita donde se asisten los pobres y ya es sabido que allí hay que esperar largas horas para que hagan experimentos con uno, te den algún medicamento que suele no alcanzar para un tratamiento completo para, al fin de cuentas, morirse igual y de cualquier manera y sanseacabó.
El país entero estuvo acordonado sanitariamente por orden de la administración pública aconsejada por los expertos. Pese a todo, los comunicados oficiales se mantuvieron optimistas todo el tiempo; sin confesarlo, sabíamos que las medidas que se habían impuesto no alcanzarían para vencer la epidemia; seguramente la peste cesaría por sí misma con el paso del tiempo; las barreras estaban puestas, a partir de ahí, había que cruzarse de brazos y esperar.
En pocos días se llenaron las salas de los hospitales, las terapias intensivas, la salas de espera de guardias de emergencia y consultorios; los remedios no del todo eficaces fueron comprados a granel por el estado y distribuidos a lo largo y ancho de nuestro extenso país. Nuestra gente comenzó a caminar sigilosamente por las calles, abatidos y silenciosos.
La enfermedad debía ser denunciada obligatoriamente y los enfermos aislados de inmediato; las personas cercanas a los enfermos fueron sometidos a cuarentenas de seguridad para tratar de evitar que enfermasen o que contagiaran a su vez. La peste, nuestra epidemia, se convirtió poco a poco en asunto de todos; estábamos atrapados en la misma red e impedidos preventivamente de reunirnos y hasta comunicarnos en forma personal y directa.
La plaga, la peste, la epidemia, la enfermedad atravesaba el tiempo que transcurría inexorablemente sembrando dolor y muerte, tanto que todo esto ya se había convertido en una rutina; ya nadie creía en un fin rápido de la epidemia y hasta nuestros temores nos parecían infundados; la peste había suprimido los juicios de valor y se aceptaba todo como viniera, en bloque.
La invasión brutal de la epidemia nos igualó a todos y nos solidarizó aún sin quererlo; en las disposiciones sanitarias no había lugar para negociar, obtener favores y privilegios, solicitar medidas de excepción.
Hace tiempo que nos habíamos acostumbrado a tener una vida activa más hacia fuera; la epidemia nos dejó casi ociosos, reducidos a dar vueltas restringidas entre nuestro trabajo y nuestras casas, presos de nuestros miedos y atrapados por nuestros recuerdos y nostalgias de los buenos tiempos; teníamos la condición de prisioneros reducidos a nuestro pasado ya que el futuro era incierto o inalcanzable; era un verdadero exilio interno, prisioneros y desterrados en nuestra propia patria con una memoria llena de añoranzas que ya no servían para nada.
Podíamos entender con muchas dificultades lo que nos estaba sucediendo; el espectro de nuestros miedos oscilaba entre nuestras preocupaciones personales, la postergación de la concreción de nuestros intereses, el sentimiento de que nuestros hábitos y rutinas estaban desbaratados; nos invadía el nerviosismo y la irritación y, por sobre todo, tardamos mucho en aceptar la enfermedad; como de costumbre, externalizamos la culpa achacándole todo a “este país” y a sus gobernantes. La opinión pública se hizo cargo de la verdad a medida que el número de muertos aumentaba. Nos recomendaban suprimir o acotar al máximo las pompas fúnebres, los velatorios y enterrar a los muertos presurosamente y a cajón cerrado; rapidez, eficiencia y mínimo de riesgo era la consigna.
Transcurridos días y semanas, estábamos como embotados, atónitos y por momentos como despertando de un sueño; perplejos y no bien despiertos decíamos al unísono ya es tiempo de que se acabe esto. La idea popular de que el alcohol mata todo tipo de bacterias y virus y nos preserva de las enfermedades infecciosas se fortificó en la opinión de la mayoría que se quedaron con todo el alcohol disponible en pocas horas pagando por él precios siderales sin dudar en momento alguno.
La mayor parte de nuestra gente que es creyente, tiene fe, es religiosa y practica su religión invadió las iglesias y los templos. No sabemos con certeza si toda nuestra gente, la que se derramaba dentro y fuera de los templos, en su inconsciente recordaba el texto bíblico del Exodo referente a la peste en Egipto: “La primera vez que esta plaga apareció en la historia fue para castigar a los enemigos de Dios. Faraón se opone a los designios eternos y la peste le hace caer de rodillas. Desde el principio de la historia la plaga de Dios pone a sus pies a los orgullosos y a los ciegos. Meditad en esto y arrodillaos” o era tal el tamaño de la culpa acumulada por casi todos que había que expulsarla o conculcarla por ruegos y súplicas reclamando el perdón; finalmente, era de esperar que la misericordia divina acabara con la peste.
Nunca quedará claro que efectos reales produjeron en las personas y en el agostamiento de la epidemia las medidas sanitarias, los medicamentos, el tiempo transcurrido, las súplicas escuchadas por Dios…o será que nuestros conciudadanos comenzaron a hacerse cargo de verdad de la situación que nos involucraba a todos sin excepción y empezaron a cuidarse ellos y solidariamente a los demás. A partir de esto último la atmósfera de nuestro espacio social se modificó favorablemente un poco.
Semanas tras semanas estuvimos mirando obstinadamente los noticieros de la televisión y los periódicos, escuchando los informativos radiales, semblanteando las caras de las pocas personas que andaban por las calles; teníamos la esperanza de encontrar señales del fin próximo de la enfermedad.
Nos cayó la epidemia en tiempos de frío invernal, en junio, julio y agosto y como suele suceder especialmente en el norte argentino, el tiempo enloquecido nos hacía tiritar, otras veces estallaba el cielo en lluvias heladas, o en vientos huracanados, secos, calientes y llenos de polvo que se nos caían encima después de haberse secado y embravecido lo suficiente al deslizarse por la cordillera de los Andes. No sólo teníamos que protegernos de la epidemia sino también del clima. Cada uno de nosotros sabía que el frío favorecía la epidemia y que el calor tardaría en llegar. La epidemia que nos acosaba era más difícil de soportar que un buen temblor de tierra del que teníamos sobradas experiencias; una buena sacudida por un ratito y se acabó…se cuentan los vivos, los muertos y las casas destrozadas; a otra cosa y volvemos a empezar.
Esta epidemia fue la ruina del turismo en el que teníamos puestas nuestras esperanzas para revitalizar el alicaído comercio y la venta de servicios en un contexto socioeconómico actual tremendamente negativo para la mayoría de nuestro pueblo. La pasión por vivir siempre está en el centro de las grandes calamidades aunque pareciera, viendo los resultados y los desastres de esta epidemia, que el orden del mundo está regido por la muerte y que las pretendidas victorias sobre ella son siempre provisionales e ilusorias.
La red de ayuda solidaria se fue organizando poco a poco; todos sabíamos que era lo único posible y que no podíamos contar por mucho tiempo con el auxilio basado en el deber y en el trabajo de unos pocos. Todos y cada uno debíamos luchar contra la enfermedad y la epidemia.
La peste había concitado y coagulado nuestros destinos individuales en una historia colectiva pese a que se encarnizaba especialmente sobre todos aquellos que vivían en grupos, en conglomerados urbanos que la epidemia, ignorante de la estratificación social, no distinguía entre periféricos y marginales o del centro y acomodados. No fue necesario asimilar el estado de peste al estado de sitio, aunque quedó claro que se aplicarían medidas correctivas si había incumplimientos de las recomendaciones o desbordes.
Pensábamos que esto de la epidemia no acabaría nunca y que aún habría más víctimas. “La peste no olvidaba a nadie por mucho tiempo…no cesó de avanzar con su paso paciente y entrecortado”. Hace tanto tiempo que dura esta epidemia que uno siente ganas de abandonarse, de no cuidarse más; cada vez era mayor el esfuerzo por ser aparentemente normal y responsable.
La enfermedad comenzó un brusco retroceso; las estadísticas comenzaron a bajar; una esperanza se abría y llegamos a creer que un futuro mejor nos esperaba. Por espíritu de prudencia, todos aprobamos la necesidad y la conveniencia de prolongar las medidas de profilaxis, los cuidados y la vigilancia. La liberación de la peste se aproximaba; en el aire de las calles se mezclaba las risas de los sobrevivientes con las lágrimas de los enlutados. “Todo cuanto un hombre podía ganar en el juego de la peste y de la vida era el conocimiento y la memoria”. La peste nos enseñó que no se puede vivir sólo con lo que uno sabe y recuerda privados de lo que se espera; nos dimos cuenta que una vida plena debe estar llena de ilusiones y esperanzas.
El tiempo del sufrimiento y de la angustiosa expectativa llegaba a su fin con la desaparición de la epidemia y comenzaba el tiempo del olvido…
“Pero ¿qué quiere decir la peste? Es la vida nada más”.
Fuente: “La peste” de Albert Camus; Obras completas; Editorial Aguilar, México; 1959. Paráfrasis de la novela homónima con algunos encomillados de la obra original. Narración ambientada en la Argentina del año 2009.
* Leonardo Strejilevich es médico, especialista en neurogerontología – neurogeriatría, Master en Gerontología Social, Universidad Autónoma de Madrid
Fuente: El Intransigente
La peste.
• El año pasado hemos pasado por una situación de alerta sanitario. Tuvimos que convivir con una “peste” – la gripe porcina – que nos ha dejado muchas enseñanzas. La idea de este trabajo práctico es poder pensar desde una perspectiva de los derechos humanos lo ocurrido y para eso nos vamos a valer de la obra de Albert Camus. Por ende, les voy a pedir que lean la obra literaria (se puede bajar de Internet) y articulen lo expresado ahí con lo ocurrido en nuestro país.
• Por último dejo un artículo aparecido en “La nación” que señala la articulación pretendida por esta cátedra.
1. Según Albert Camus; gracias a las plagas uno aprende algo. ¿Qué aprendió ud gracias a la epidemia de la gripe A?
2. En la ciudad donde transcurre “la peste” se cierran las puertas para evitar que se propague la epidemia. Existieron hechos que ud ha vivido que los podría comparar con esta medida extrema. La pregunta es específica y no tiene que ver con el cierre de escuelas o aeropuertos sino con cambios ocurridos en su lugar de trabajo.
3. Lateralmente en la obra aparece la medicación como salvadora y como elemento que se contrapone al discurso religioso. ¿Qué papel jugaron los laboratorios durante el periodo de la gripe porcina en Argentina?
En torno a Albert Camus, La Peste y la gripe A
"Las primeras muertes por la epidemia llenaron los espíritus de signos desconcertantes; la sorpresa de los primeros días se transformó poco a poco en angustia, miedo y finalmente en pánico. Nadie había pensado nunca que algo así nos pudiera suceder."
Albert Camus (1913 – 1960) recibió “por su importante producción literaria que ilumina con clarividente seriedad los problemas de la conciencia humana de nuestro tiempo” el Premio Nobel de Literatura 1957; publicó en 1947 “La peste”. “La peste”, supone un cierto cambio en el pensamiento de Camus, abraza la idea de la solidaridad y la capacidad de resistencia humana frente a la tragedia de vivir que se impone a la noción del absurdo; esta novela es a la vez una obra realista y alegórica, una reconstrucción mítica de los sentimientos del hombre europeo de la posguerra, de sus terrores más agobiantes.
En “La peste” la epidemia se genera en la ciudad argelina de Orán tan tranquila antes de esto y ahora trastornada en pocos días; da lo mismo que sea en cualquier parte. Desde los primeros casos de enfermedad denunciados y más aún con los primeros casos de muerte por la enfermedad, se incrustaba en el imaginario popular toda clase de informaciones y sentimientos que, al principio, nadie hacía caso pero, a poco andar, las cosas y los casos llegaron más lejos de lo previsible mientras que los medios de comunicación se encargaban de amplificar la realidad con comentarios de todo tipo. Se daba cuenta del fenómeno de la peste, cuya amplitud no se podía precisar y cuyo origen, aunque conocido, no podía ser combatido ni prevenido pero que tenía, trágicamente, contenidos amenazadores.
La ansiedad y hasta el pánico comenzó a llegar a las ciudades y los pueblos y por supuesto llegaba a su colmo en la ciudad. Se pedían medidas radicales, se acusaba a las autoridades de indolencia, de falta de preparación para estas cuestiones, de ocultamiento de información, de no poseer remedios efectivos, de no tener vacunas por otra parte inexistentes…
La realidad mostró, a poco andar, la fragilidad del ser humano y la muerte como certeza y destino ineluctable para todos y cada uno de nosotros.
Las primeras muertes por la epidemia llenaron los espíritus de signos desconcertantes; la sorpresa de los primeros días se transformó poco a poco en angustia, miedo y finalmente en pánico. Nadie había pensado nunca que algo así nos pudiera suceder.
La crónica, como de costumbre, atareada en comentarios variopintos sobre politiquería intrascendente, asesinatos, amoríos y vida y milagros de bellas mujeres sobreexpuestas sustituyó sus rutinas y se ocupó por entero y durante mucho tiempo, de hacer campaña sanitaria una vez que se percataron del peligro o que recibieran la orden precisa de hablar del tema.
El tiempo vital comenzó a estropearse para todos y vivimos por bastante tiempo una situación de autoencierro y aislamiento forzoso tal como en las épocas de las grandes y célebres pestes medioevales de la vieja Europa.
Se preguntaban los doctores y les preguntaban a los doctores si la cosa era seria y siempre, no por obstinación sino por desconocimiento, contestaban que no se sabía mucho del tema y que sin duda el tiempo diría la última palabra.
La gente colmaba los hospitales y los hospitales no podían recibir y asistir a todos por eso se decidió aceptar a los confirmados de la peste y rechazar a los sospechosos; muchos enfermos murieron en sus casas, lugar ideal para este trance.
Algunos comenzaron a hacer la suma de los casos; la suma resultó preocupante y provocó consternación; en pocos días los enfermos se multiplicaron y los muertos también así, entonces, estuvimos seguros de que se trataba de una verdadera epidemia.
Murieron cerca de cien millones de personas en la treintena de pestes que la historia ha conocido en Europa y de peste parecida a la actual por el año 1918. Entre nosotros, una mañana lluviosa y destemplada de 1956, comenzaron a llegar a los hospitales niños afectados de parálisis infantil, o mejor dicho, de poliomielitis anterior aguda o Enfermedad de Heine-Médin. Cada tres o cuatro años aparecía la epidemia.
La de 1943 fue tremenda, y la de 1956 peor todavía. Había pulmotores o respiradores mecánicos hasta en los pasillos de las salas de los hospitales y no alcanzaban para todos. El ruido de esos cilindros presurizados era ensordecedor y era trágico ver a los pobres niños metidos en esos armatostes. Los padres y los médicos estaban desesperados porque era poco lo que se podía hacer; la gente lavaba y lavaba las veredas de las ciudades con una bolsita colgada del cuello conteniendo alcanfor para ahuyentar los virus sin que faltaran medallas protectoras, amuletos y profecías. Algunos invocaban a la Enfermera Elizabeth Kenny de Estados Unidos de Norteamérica para que enseñara a rehabilitar a centenares de niños argentinos sobrevivientes pero tullidos, doloridos e impedidos de moverse.
Se suponía que en nuestro mundo occidental desarrollado era imposible una reaparición trasnochada de una epidemia de cualquier causa sin recordar que hace muy poco nos apabulló el cólera, el dengue y nos acompaña imperturbable el Chagas (la enfermedad de Chagas causada por el protozoo Trypanosoma cruzi es endémica en América Latina con 15 millones de infectados, 50.000 nuevos casos anuales y alrededor de 14.000 muertes por año. El Chagas es una enfermedad socio-económica que afecta a poblaciones de escasos recursos y con viviendas precarias) y otras cosas más…; redescubrimos que había mucha gente con hambre y que los desnutridos, resuelta y definitivamente indefensos ante la infección por carecer de inmunidades, caerían sin pasar por el cedazo en el pozo de la muerte.
Casi todos nosotros somos descreídos de las plagas y las pestes. Difícilmente creemos en ellas hasta que se nos caen sobre la cabeza, “ha habido en el mundo tantas pestes como guerras y, no obstante, peste y guerras toman siempre desprevenida a la gente”. “La calamidad no está hecha a medida del hombre, por tanto, se concluye que la calamidad es irreal; es una pesadilla que va a pasar”.
Nosotros creemos y pensamos que no nos pueden caer calamidades porque somos poco modestos, ignoramos casi todo, confundimos opiniones con argumentos y llenamos permanentemente nuestros vacíos haciendo negocios, preparando y haciendo viajes y creyendo en el progreso continuo de la humanidad; en cualquier momento, aún tomando precauciones, la peste suprimirá nuestra libertad y cancelará nuestro porvenir.
Otra cuestión, no menor, era saber qué medidas convenía tomar ante la epidemia y, como corresponde, se aceleró el trámite para constituir comisiones sanitarias de expertos que, como siempre, muchas veces no coincidían y no lograban unificar el discurso que la gente necesitaba escuchar.
La cuestión era saber si se trataba de una epidemia o no aunque la gran mamá de la OMS ya se había expresado afirmativamente en ese sentido; por otra parte, era políticamente incorrecto escandalizar, dudar, sobresaltarse, entregarse al pánico porque, al fin de cuentas, se trataba de … una simple fiebre con complicaciones.
Mientras tanto que la peste avanzaba, los pocos laboratorios capacitados y tecnificados para hacer buenos diagnósticos se abarrotaron de muestras para análisis cuyos resultados tardaron en llegar pero, además, algunos sabíamos que no modificarían el acontecer clínico natural de la enfermedad pero permitirían discutir y comparar resultados estadísticos. A la velocidad en que se propaga la enfermedad, si no es detenida o se agota en sí mismo el brote epidémico, alcanza para enfermar y matar a mucha gente y poco importará cómo se llame científicamente y que clase de guarismos acumulen las estadísticas.
Si esta peste o epidemia no cesaba por sí misma, habría que aplicar las medidas rigurosas de profilaxis conocidas y previstas pero también habría que reconocer oficialmente que se trata de una epidemia y esto no es para nada simpático para los funcionarios de turno.
Los primeros días arreciaron informaciones y consejos y se tomaron medidas sanitarias poco draconianas para no inquietar a la opinión pública.
Las medidas preventivas que se tomaron fueron prudentes y comprensibles y se supuso que serían suficientes para impedir la extensión de la epidemia; los administradores del país de abnegada dedicación al tema, como era de esperar, pidieron la colaboración y el esfuerzo personal a toda la comunidad comprometida con la epidemia por su propio miedo que se dedicó a extremar la limpieza y la higiene casi en forma fóbica y a concurrir a los servicios sanitarios ante una simple y transitoria carraspera agotando prontamente la capacidad de respuesta de los servicios y las reservas de alcohol y barbijos; el barbijo no servía para nada pero daba confianza y tranquilizaba al que lo usaba y a los demás; por otra parte todas estas cosas eran inútiles ante los virus que atraviesan sin atasco las barreras más sofisticadas y se instalan como huéspedes inoportunos y letales en los seres menos pensados. Todas las cosas, los objetos, las personas, las habitaciones… fueron sometidas a desinfección obligatoria.
Las personas por lo demás sociables, afectuosas y deseosas de proximidad debieron separarse evitando los contactos, tan necesitados de calor humano como estamos. Los miembros de una misma familia debían aislarse los unos de los otros porque alguien podía estar contaminado y no saberlo. Sentíamos que estábamos a merced de la enfermedad.
Los restaurantes, los cafés, los cines y teatros, las escuelas, el Congreso nacional, las legislaturas provinciales, las universidades, los shopping, los supermercados…fueron cerrados o restringido su acceso por un tiempo desesperando a los comerciantes por la ruinosa merma de su rentabilidad.
Cada vez que pensábamos en la epidemia nos costaba mucho admitir que teníamos miedo y aceptar que ante los primeros muertos se acabaría el mundo.
Para la mayoría de nosotros, si enfermábamos, no nos quedaría otra alternativa que concurrir al hospital o a la salita donde se asisten los pobres y ya es sabido que allí hay que esperar largas horas para que hagan experimentos con uno, te den algún medicamento que suele no alcanzar para un tratamiento completo para, al fin de cuentas, morirse igual y de cualquier manera y sanseacabó.
El país entero estuvo acordonado sanitariamente por orden de la administración pública aconsejada por los expertos. Pese a todo, los comunicados oficiales se mantuvieron optimistas todo el tiempo; sin confesarlo, sabíamos que las medidas que se habían impuesto no alcanzarían para vencer la epidemia; seguramente la peste cesaría por sí misma con el paso del tiempo; las barreras estaban puestas, a partir de ahí, había que cruzarse de brazos y esperar.
En pocos días se llenaron las salas de los hospitales, las terapias intensivas, la salas de espera de guardias de emergencia y consultorios; los remedios no del todo eficaces fueron comprados a granel por el estado y distribuidos a lo largo y ancho de nuestro extenso país. Nuestra gente comenzó a caminar sigilosamente por las calles, abatidos y silenciosos.
La enfermedad debía ser denunciada obligatoriamente y los enfermos aislados de inmediato; las personas cercanas a los enfermos fueron sometidos a cuarentenas de seguridad para tratar de evitar que enfermasen o que contagiaran a su vez. La peste, nuestra epidemia, se convirtió poco a poco en asunto de todos; estábamos atrapados en la misma red e impedidos preventivamente de reunirnos y hasta comunicarnos en forma personal y directa.
La plaga, la peste, la epidemia, la enfermedad atravesaba el tiempo que transcurría inexorablemente sembrando dolor y muerte, tanto que todo esto ya se había convertido en una rutina; ya nadie creía en un fin rápido de la epidemia y hasta nuestros temores nos parecían infundados; la peste había suprimido los juicios de valor y se aceptaba todo como viniera, en bloque.
La invasión brutal de la epidemia nos igualó a todos y nos solidarizó aún sin quererlo; en las disposiciones sanitarias no había lugar para negociar, obtener favores y privilegios, solicitar medidas de excepción.
Hace tiempo que nos habíamos acostumbrado a tener una vida activa más hacia fuera; la epidemia nos dejó casi ociosos, reducidos a dar vueltas restringidas entre nuestro trabajo y nuestras casas, presos de nuestros miedos y atrapados por nuestros recuerdos y nostalgias de los buenos tiempos; teníamos la condición de prisioneros reducidos a nuestro pasado ya que el futuro era incierto o inalcanzable; era un verdadero exilio interno, prisioneros y desterrados en nuestra propia patria con una memoria llena de añoranzas que ya no servían para nada.
Podíamos entender con muchas dificultades lo que nos estaba sucediendo; el espectro de nuestros miedos oscilaba entre nuestras preocupaciones personales, la postergación de la concreción de nuestros intereses, el sentimiento de que nuestros hábitos y rutinas estaban desbaratados; nos invadía el nerviosismo y la irritación y, por sobre todo, tardamos mucho en aceptar la enfermedad; como de costumbre, externalizamos la culpa achacándole todo a “este país” y a sus gobernantes. La opinión pública se hizo cargo de la verdad a medida que el número de muertos aumentaba. Nos recomendaban suprimir o acotar al máximo las pompas fúnebres, los velatorios y enterrar a los muertos presurosamente y a cajón cerrado; rapidez, eficiencia y mínimo de riesgo era la consigna.
Transcurridos días y semanas, estábamos como embotados, atónitos y por momentos como despertando de un sueño; perplejos y no bien despiertos decíamos al unísono ya es tiempo de que se acabe esto. La idea popular de que el alcohol mata todo tipo de bacterias y virus y nos preserva de las enfermedades infecciosas se fortificó en la opinión de la mayoría que se quedaron con todo el alcohol disponible en pocas horas pagando por él precios siderales sin dudar en momento alguno.
La mayor parte de nuestra gente que es creyente, tiene fe, es religiosa y practica su religión invadió las iglesias y los templos. No sabemos con certeza si toda nuestra gente, la que se derramaba dentro y fuera de los templos, en su inconsciente recordaba el texto bíblico del Exodo referente a la peste en Egipto: “La primera vez que esta plaga apareció en la historia fue para castigar a los enemigos de Dios. Faraón se opone a los designios eternos y la peste le hace caer de rodillas. Desde el principio de la historia la plaga de Dios pone a sus pies a los orgullosos y a los ciegos. Meditad en esto y arrodillaos” o era tal el tamaño de la culpa acumulada por casi todos que había que expulsarla o conculcarla por ruegos y súplicas reclamando el perdón; finalmente, era de esperar que la misericordia divina acabara con la peste.
Nunca quedará claro que efectos reales produjeron en las personas y en el agostamiento de la epidemia las medidas sanitarias, los medicamentos, el tiempo transcurrido, las súplicas escuchadas por Dios…o será que nuestros conciudadanos comenzaron a hacerse cargo de verdad de la situación que nos involucraba a todos sin excepción y empezaron a cuidarse ellos y solidariamente a los demás. A partir de esto último la atmósfera de nuestro espacio social se modificó favorablemente un poco.
Semanas tras semanas estuvimos mirando obstinadamente los noticieros de la televisión y los periódicos, escuchando los informativos radiales, semblanteando las caras de las pocas personas que andaban por las calles; teníamos la esperanza de encontrar señales del fin próximo de la enfermedad.
Nos cayó la epidemia en tiempos de frío invernal, en junio, julio y agosto y como suele suceder especialmente en el norte argentino, el tiempo enloquecido nos hacía tiritar, otras veces estallaba el cielo en lluvias heladas, o en vientos huracanados, secos, calientes y llenos de polvo que se nos caían encima después de haberse secado y embravecido lo suficiente al deslizarse por la cordillera de los Andes. No sólo teníamos que protegernos de la epidemia sino también del clima. Cada uno de nosotros sabía que el frío favorecía la epidemia y que el calor tardaría en llegar. La epidemia que nos acosaba era más difícil de soportar que un buen temblor de tierra del que teníamos sobradas experiencias; una buena sacudida por un ratito y se acabó…se cuentan los vivos, los muertos y las casas destrozadas; a otra cosa y volvemos a empezar.
Esta epidemia fue la ruina del turismo en el que teníamos puestas nuestras esperanzas para revitalizar el alicaído comercio y la venta de servicios en un contexto socioeconómico actual tremendamente negativo para la mayoría de nuestro pueblo. La pasión por vivir siempre está en el centro de las grandes calamidades aunque pareciera, viendo los resultados y los desastres de esta epidemia, que el orden del mundo está regido por la muerte y que las pretendidas victorias sobre ella son siempre provisionales e ilusorias.
La red de ayuda solidaria se fue organizando poco a poco; todos sabíamos que era lo único posible y que no podíamos contar por mucho tiempo con el auxilio basado en el deber y en el trabajo de unos pocos. Todos y cada uno debíamos luchar contra la enfermedad y la epidemia.
La peste había concitado y coagulado nuestros destinos individuales en una historia colectiva pese a que se encarnizaba especialmente sobre todos aquellos que vivían en grupos, en conglomerados urbanos que la epidemia, ignorante de la estratificación social, no distinguía entre periféricos y marginales o del centro y acomodados. No fue necesario asimilar el estado de peste al estado de sitio, aunque quedó claro que se aplicarían medidas correctivas si había incumplimientos de las recomendaciones o desbordes.
Pensábamos que esto de la epidemia no acabaría nunca y que aún habría más víctimas. “La peste no olvidaba a nadie por mucho tiempo…no cesó de avanzar con su paso paciente y entrecortado”. Hace tanto tiempo que dura esta epidemia que uno siente ganas de abandonarse, de no cuidarse más; cada vez era mayor el esfuerzo por ser aparentemente normal y responsable.
La enfermedad comenzó un brusco retroceso; las estadísticas comenzaron a bajar; una esperanza se abría y llegamos a creer que un futuro mejor nos esperaba. Por espíritu de prudencia, todos aprobamos la necesidad y la conveniencia de prolongar las medidas de profilaxis, los cuidados y la vigilancia. La liberación de la peste se aproximaba; en el aire de las calles se mezclaba las risas de los sobrevivientes con las lágrimas de los enlutados. “Todo cuanto un hombre podía ganar en el juego de la peste y de la vida era el conocimiento y la memoria”. La peste nos enseñó que no se puede vivir sólo con lo que uno sabe y recuerda privados de lo que se espera; nos dimos cuenta que una vida plena debe estar llena de ilusiones y esperanzas.
El tiempo del sufrimiento y de la angustiosa expectativa llegaba a su fin con la desaparición de la epidemia y comenzaba el tiempo del olvido…
“Pero ¿qué quiere decir la peste? Es la vida nada más”.
Fuente: “La peste” de Albert Camus; Obras completas; Editorial Aguilar, México; 1959. Paráfrasis de la novela homónima con algunos encomillados de la obra original. Narración ambientada en la Argentina del año 2009.
* Leonardo Strejilevich es médico, especialista en neurogerontología – neurogeriatría, Master en Gerontología Social, Universidad Autónoma de Madrid
Fuente: El Intransigente
viernes, 13 de agosto de 2010
- Trabajo práctico número 3.
- La ciudad utópica.
- Ministerio de Salud de la Pcia de Bs as.
Región Sanitaria VII - Área de Capacitación.
• Bloque de Formacion Común. Curso: Derechos Humanos y Gestión en Salud.
• Aquí les presento un texto maravilloso del 1800, escrito por uno de los máximos exponentes del higienismo de la época: Emilio Coni. En este caso les voy a pedir que puedan contestar una serie de preguntas, a saber:
1. Una de las salidas que propone el Dr Coni es la creación de asilos para enfermos mentales. Medida revolucionaria para la época que termina con tantos años de prácticas represivas sobre dichas cuestiones. ¿Que consecuencias sanitarias ha producido esta medida?
2. La mayor preocupación de los higienistas de la época era la gran inmigración que llegaba al puerto de Buenos Aires. Pretendían implementar medidas de asistencia y de educación moralizadoras para modificar prácticas cotidianas de la población. ¿ Cómo cree ud que este tipo de intervenciones médicas aparecen en la actualidad, por ejemplo con las poblaciones de bajos recursos o los migrantes de países vecinos?
3. La atmosfera que rodea el relato plantea dejar en manos de la ciencia algunos problemas de tipo político/sociales. Por ejemplo la urbanización de la población en manos de los arquitectos e ingenieros; de la salud bajo el control de los médicos, etc. ¿Cuál es su opinión al respecto?
4. El Dr Emilio Coni trabaja sobre la cuestión de la caridad y la filantropia. ¿qué efecto se produjo en lo social cuando la salud quedó en manos del Estado?
Un Médico Higienista Buscando Ordenar el Mundo Urbano Argentino de Comienzos del Siglo XX (a)
RESUMEN
Aferrándose a las altas expectativas generadas por el discurso del progreso y las promesas de la ciencia, la higiene fue una suerte de gran consejera, de experta en el arte de observar, corregir, mejorar o tratar de cambiar radicalmente la salud del cuerpo social en su conjunto. En ese contexto llegó incluso a imaginar ciudades alternativas o utópicas. Emilio Coni, probablemente el higienista argentino más destacado de fines del siglo XIX y comienzos del XX, imaginó una de esas ciudades. Las notas que siguen contextualizan su "Ciudad argentina ideal o del porvenir", cuyo texto original -publicado por primera vez el 3 de abril de 1919 en La Semana Médica- se reproduce.
PALABRAS CLAVE Historia; Salud Pública; Saneamiento.
Progreso, multitud, orden, y bienestar fueron algunos de los elementos constitutivos de una ideología urbana que desde el último tercio del siglo XIX marcó a la reflexión sociológica argentina. En ese contexto, donde eran inocultables los desafíos de un porvenir crecientemente asociado a los problemas de la metrópolis moderna y en menor medida del mundo industrial, se incubaron los discursos de la degeneración y la regeneración, de la reforma y el cambio social profundo. La higiene estuvo en el centro mismo de esos discursos, como forma de ejercitación del poder, como técnica preventiva atenta a los problemas colectivos del ambiente urbano y de su administración y gestión, como política social vinculada a la generación de tecnologías utilizables en muy variados campos de acción, de la casa al barrio y la ciudad, de la escuela a la fábrica y el taller. Aferrándose metódicamente a las altas expectativas generadas por el discurso del progreso y las promesas de la ciencia, fue una suerte de gran consejera, de experta en el arte de observar, corregir, mejorar o cambiar radicalmente la salud del cuerpo social en su conjunto. Llegó incluso a imaginar ciudades alternativas o utópicas.
En la Argentina esos ejercicios de imaginación no han sido muy prolíficos. Dispersas en textos periodísticos y ensayos académicos aparecen ideas y visiones que revelan una cierta voluntad de imaginar el futuro o, incluso, tratar de modelarlo. La ciudad argentina ideal o del porvenir (b) es un ejemplo acabado de esa voluntad. Escrita por Emilio Coni, uno de los más distinguidos médicos higienistas argentinos y publicada en La Semana Médica en 1919, esta ciudad imaginada expresa de modo sintético la vocación de reforma que permeó no sólo la prolífica producción académica y de difusión de su autor, sino también, y más en general, la del reformismo higiénico de fines del siglo XIX y comienzos del XX, obsesionado en ordenar un convulsionado y cada vez más cosmopolita mundo urbano.
En la ciudad de Coni son evidentes las influencias de la Hygeia. A city of health, que el inglés Benjamin Richardson publicó en 1876 y que la Revista Médico Quirúrgica reprodujo en español ese mismo año, cuando Coni se desempeñaba como su director. Pero La ciudad argentina ideal o del porvenir condensa una trama de preocupaciones que sólo en parte coincidían con las de la ciudad concebida por Richardson o la agenda higienista de Coni de fines del siglo XIX. En efecto, en Hygeia los problemas sociales del crecimiento urbano e industrial han sido reducidos a problemas sanitarios; allí, al igual que en los trabajos de Coni de la década del ochenta, como Progres de l'hygiene dans la République Argentine, la percepción de lo colectivo estaba marcada por las impaciencias higiénicas y ambientales (1,2).
Hacia 1920, sin embargo, el mundo urbano que intenta reformar Coni tiene otras urgencias. De algún modo la distancia que media entre 1880 y 1920 es la distancia entre una prédica básicamente centrada en la salubridad y el equipamiento sanitario y otra que, reconociendo su importancia, ya ha incorporado y jerarquizado la dimensión del asistencialismo. La trayectoria profesional de Coni da cuenta de esos cambios: en 1880 era un obstinado promotor de la expansión de redes de agua potable y en 1920 un incansable organizador de instituciones de asistencia, prevención, moralización y bonificación social (2,3). Así, La ciudad argentina ideal o del porvenir puede ser leída como el resultado de una visión que apuntaba a contener y acomodar los embates de la cuestión social y los problemas urbanos incubados en el marco de la expansión económica agroexportadora. Su prioridad fue asistir y moralizar a los sectores populares urbanos que el aluvión inmigratorio había hecho crecer sin precedentes.
La ciudad imaginada de Coni es local, en el sentido que ofrece propuestas marcadas más o menos directamente por la Buenos Aires real en que vivía Coni, sin aventurarse a especular con cierto detalle sobre una nueva sociedad y el lugar que en ella tendrá el individuo, la familia, la mujer, la producción, el tiempo libre o el uso del territorio. Tal como ocurrió con la mayoría de los reformadores sociales de la época la cuestión de la vivienda estaba en el centro del proyecto de regeneración social que Coni estaba ofreciendo. Su ciudad no tenía conventillos, ni pensiones ruinosas, ni ranchos, y los poderes públicos y las empresas se hacían cargo de la construcción de casas y barrios donde "la contaminación física y moral en las viviendas de los trabajadores era un dato del pasado y la profilaxis de las enfermedades contagiosas había alcanzado su apogeo". Apostando a la educación de las masas populares en una operación de la que se obtendría "óptimos resultados, el obrero estará atraído por su vivienda higiénica y sonriente, y sus hijos no entrarán en la escuela del vicio desde sus primeros años. La raza será mejorada física y moralmente y la habitación colectiva no quedará en la historia sino como un recuerdo vergonzoso."
La ciudad de Coni luce como un barrio obrero modelo, donde la vivienda higiénica, decente y moderna se realiza en una idea de ciudad reformada donde se asoman influencias muy variadas, tanto de la tradición del city beautiful movement como del pintoresquismo del barrio jardín, donde no se cuestiona la cuadrícula existente y en donde una cierta monotonía en la edificación parece querer condensar una fuerte vocación igualitarista. Es un mundo urbano habitado por casapropistas que habían asumido como propios los ritos de la higiene, la veneración de la vida hogareña, las ventajas de un huerto-jardín que suavizaría el ajuste de una población de origen rural y ultramarino en un improvisado mundo urbano. No se trata de un mundo radicalmente utópico. En esos años muchos otros discutieron el casapropismo que se expandía al ritmo de la expansión de la cuadrícula urbana. El socialismo miró con reservas esa migración de inquilinos hacia una periferia carente de servicios básicos e infraestructura y propugnaba construir grandes casas colectivas de renta y más de un visitante extranjero en tiempos del Centenario repudió la cuadrícula como una evidencia casi retrógrada y totalmente incapaz de incorporar las novedades de la arquitectura pintoresquista entonces de moda. Pero para el reformismo público, encarnado desde comienzos del siglo XX en las figuras de técnicos municipales como Domingo Selva, Francisco Cibils, Benito Carrasco y otros, el mercado estaba convirtiendo a los trabajadores en propietarios. Con esa interpretación sintonizaban bien el registro literario y periodístico de Manuel Gálvez y Enrique González Tuñón y también el reformismo higiénico, del que la imaginada ciudad de Emilio Coni es un acabado ejemplo. Todos ellos encontraron en el casapropismo la alternativa "privada" que permitía descomprimir los abigarrados modos de habitar de los sectores populares en el centro y facilitar su integración como ciudadanos desde sus casitas en los barrios (4-8). No debe sorprender entonces que la ciudad de Coni sea un reflejo bastante veraz si no de toda la ciudad real, sí de los barrios que estaban emergiendo al compás de la expansión urbana, esto es, barrios de origen inmigratorio y criollo formados por sectores medios bajos, trabajadores, artesanos, comerciantes, empleados estatales, donde las funciones residenciales estaban punteadas por unas pocas industrias grandes y medianas, una multitud de talleres pequeños con bajo nivel de maquinización y pequeños negocios.
Pero el tema central -y la peculiaridad- de La ciudad argentina ideal o del porvenir es el asistencialismo. Se trata no sólo de un discurso que entendía la vida en la ciudad solamente en condiciones materiales mínimamente aceptables sino también de una red compacta de instituciones profilácticas y terapéuticas dirigidas y coordinadas por médicos, arquitectos e ingenieros sanitarios, todos ellos profesionales a quienes el propio proceso modernizador venía a legitimar en sus saberes específicos. Así, según Coni, el poder municipal debía controlar la acción filantrópica tanto en su versión asistencial -"protección y asistencia del niño, el enfermo, el anciano, el alienado, el desvalido, etc."- como en la de la higiene pública, la "profilaxis general, desinfección, bromatología, inspección veterinaria, etc."
La ciudad de Coni trabajaba sobre una exhaustiva clasificación de la acción terapéutica y asistencial según la edad, el sexo y las enfermedades. La protección de la infancia era una prioridad; niño y madre recibían el apoyo de numerosas instituciones estatales que no dejaban detalle sin atender. Para las mujeres embarazadas Coni mencionaba maternidades con asistencia de partos a domicilio, consultorios ginecológicos y cantinas maternales. En el caso de las madres solteras se indicaban asilos, donde las mujeres podían criar a sus hijos ganando al mismo tiempo un jornal. Para la niñez se contaba con dispensarios de lactantes, casas-cuna barriales, consultorios médico-preventivos, colonias de vacaciones, escuelas que ofrecían la copa de leche y el almuerzo, asilos maternales para huérfanos, indigentes o abandonados, colonias agrícolas y colonias permanentes para niños débiles. Para los trabajadores no faltaban los consultorios médicos y farmacias en las fábricas, las escuelas industriales y las escuelas profesionales de artes y oficios. Y para los indigentes ocasionales los asilos nocturnos, y para los vagos y atorrantes los asilos-talleres con trabajo obligatorio.
A través del asistencialismo, Coni reducía la ciudad a una unidad sanitaria donde reinaba la prevención, la vigilancia y las justas compensaciones al esfuerzo individual. La ciudad argentina ideal o del porvenir era una ciudad moderna donde se había logrado controlar la velocidad metropolitana, donde el ritmo de la vida barrial definía el ritmo de la vida urbana en general. Era una ciudad donde los tópicos de la reproducción y el consumo contaban más que los de la producción. El énfasis estaba en los lugares de la residencia; allí se palpaba un bienestar, modesto y saludable, al que accedía toda la población. Y para aquellos que por algún motivo necesitaban ser asistidos, una red de instituciones facilitaba las compensaciones y ayudas necesarias.
La ciudad de Coni presenta una explícita aspiración a construir un espacio sano. El centro de sus preocupaciones estaba puesto en tomar las riendas de un mundo urbano que crecía a ritmos asombrosos. Para lograrlo se trataba de hacer cumplir las recomendaciones de la higiene, adecuar el sistema alimentario, organizar los impulsos, hacer de la población pobre un niño limpio. Coni no imaginaba un mundo sin enfermedad y su ciudad parece haber aprendido a convivir con la tuberculosis y en menor medida con las enfermedades infectocontagiosas, en un equilibrio biológico y social garantizado por el asistencialismo. Su ciudad advierte sobre la existencia de un higienismo realista, no se sabe si como resultado de la coyuntural impotencia médica frente a ciertos males o como muestra de la aceptación que la enfermedad era parte de la experiencia humana.
La ciudad argentina ideal o del porvenir es regeneracionista. Es un modelo que no apunta a una completa reformulación de la sociedad y que, en cambio, enfatiza en la prevención, la profilaxis y una suerte de filantropía de Estado. Coni se colocaba así en una posición intermedia entre el pragmático y el utopista. Aceptaba la enfermedad y la locura, enfrentaba el problema de la multitud con la estrategia de segregar a los degenerados y a los enfermos agudos y proteger y asistir a quienes garantizaban que la sociedad puediera seguir funcionando. Por eso más que a las condiciones de reproducción de la fuerza de trabajo, su mirada estaba dirigida a las poblaciones y la ciudad. Su ciudad es, ante todo, una red institucional que debe asegurar salud y bienestar.
Coni ofrece un tutelaje humanitario, superador de los más clásicos criterios represivos y reclusorios con los que se había manejado la enfermedad, la anormalidad, la indigencia, la criminalidad. Sus hospitales y asilos debían dejar de ser lugares de exilio y la caridad debía ser reemplazada por la filantropía. Interviniendo en la escena pública y la privada con sensibilidad social, paternalismo y no pocas veces rigor, el Estado devenía en el gran actor no sólo de la lucha por la salud sino también del esfuerzo por evitar el deterioro físico y moral de la población. Los ingenieros sociales, y los médicos higienistas en primer lugar, eran la representación misma de ese Estado, los responsables de gobernar y manejar los conflictos y dificultades del ajuste de una multitud aluvional, inestable y por momentos peligrosa. En esto la ciudad de Coni parece retomar las clásicas figuras de los guardianes del orden en Platón o la élite de científicos y técnicos que todo lo controlan, como ocurre en Francis Bacon, Marie Jean Condorcet, Herbert George Wells y, muy en particular, en la Freiland de Theodor Hertzka con sus médicos funcionarios de Estado (9,10). Así, La ciudad argentina ideal o del porvenir expresa la fuerza del reformismo público encarnado en profesionales y técnicos bien posicionados en la burocracia estatal y municipal que impulsan iniciativas filantrópicas y asistencialistas destinadas a gestionar una prosperidad urbana garante de una cierta armonía social, transformar las costumbres en la escala hogareña y facilitar la ampliación de la ciudadanía social y la emergencia de nuevos actores sociales.
Figura 1. FRAGMENTO DE LA PORTADA DE LA SEMANA MÉDICA. AÑO 1919.
Fuente: La Semana Médica. 1919;XXVI(14):331.
Figura 2. ARTÍCULO ORIGINAL DE EMILIO R. CONI, PUBLICADO EN LA SEMANA MÉDICA. AÑO 1919.
Fuente: La Semana Médica. 1919;XXVI(14):342-345.
NOTAS FINALES
a. Estas notas son parte de un libro de próxima aparición titulado La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870- 1950. Buenos Aires: Edhasa; 2007.
b. Dado que es un texto de difícil acceso, se reproduce a continuación del presente artículo, un fragmento de la portada de La Semana Médica y el texto completo de La ciudad argentina ideal o del porvenir de Emilio R. Coni.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Richardson B. Hygeia, la ciudad de la salud. Revista Médico Quirúrgica, publicación Quincenal. Órgano de los Intereses Médicos Argentinos. 1876;(12):113-186. [ Links ]
2. Coni E. Progres de l'Hygiene dans la République Argentine. París: Bailliere; 1887. [ Links ]
3. Coni E. Memorias de un médico higienista (Contribución a la historia de la higiene pública y social). Buenos Aires: A. Flaiban; 1918. [ Links ]
4. Gálvez M. Historia de arrabal. Buenos Aires: Agencia General de Librería y Publicaciones; 1922. [ Links ]
5. González Tuñón E. Parque Patricios. Caras y Caretas. 1925. (Nº 1419). [ Links ]
6. Selva D. La habitación higiénica para el obrero. Revista Municipal. 1904;5(12):1-3. [ Links ]
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8. Cibilis FR. La descentralización urbana de la ciudad de Buenos Aires. Boletín del Departamento Nacional del Trabajo. 1911;(16):610-616. [ Links ]
9. Munford L. The story of utopias, ideal commonwealths and social myths. New York: Knopf; 1922. [ Links ]
10. Manuel FE, Manuel FP. Utopian thought in the Western World. Cambridge (Mass): Belknap; 1979. [ Links ]
Recibido el 2 de Febrero de 2007
Versión final presentada el 8 de marzo de 2007
Aprobado el 20 de marzo de 2007
© 2010 Universidad Nacional de Lanús
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República Argentina
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- • Trabajo práctico número 4
- Aproposito de Carancho.
- Ministerio de Salud de la Pcia de Bs as. Región Sanitaria VII
- •Área de Capacitación.
• Curso: Derechos humanos y gestión en salud.
• La propuesta para esta tercera actividad práctica es realizar una lectura crítica de la película "Carancho", tomando la idea de su director, Pablo Trapero, cuando afirma que “a partir de una historia centrada en poquitos personajes se puede hacer un retrato social”.
Siguiendo con esta idea es que los invito a mirar este film y desarrollar una serie de consignas, saber:
1. La película nos muestra abogados que como aves de rapiña (caranchos) intentan hacer negocio con el dolor ajeno; policías cómplices y médicos que no están afuera del negocio forman parte de una realidad velada. El director no hace hincapié en un culpable sino un sistema corrupto. ¿Cuál es su opinión de esta postal argentina?
2. Lujan, la medica de la película, en el comienzo del film, aparece viviendo las situaciones como si fuera un espectador más. Hasta que la observamos como alguien que toma parte del sistema; ya sea como victima o como participante necesario. ¿Qué piensa de su intervención como trabajadora de la salud? ¿se ha sentido identificado/a como residente en la posición que se encuentra esa médica de guardia?
3. Si nos podemos reponer de la violencia del film; aparece algo aún más siniestro como telón de fondo. Algo que de tan cerca, como “la carta robada” de Poe, no lo podemos ver. Los accidentes de tránsito. Más allá de la policía, los caranchos y los hospitales pocos hospitalarios; la gente muere porque es atropellada por un automóvil. ¿Desde su lugar de residente, se podría aportar a disminuir estas muertes invisibilizadas? De qué modo?.
4. Durante la película Trapero hace hincapié en muchas cuestiones; una de ellas es el cuerpo. El cuerpo mutilado, ensangrentado, dolorido, fracturado aparece en imágenes, en imágenes que nos golpean. Sobre ese cuerpo se negocia pero también se realizan prácticas sanitarias.¿Qué propone como residente para evitar un trato deshumanizado en el sector salud?
CARANCHO
Sinopsis Oficial
En Argentina mueren al año en accidentes de tránsito mas de 8 mil personas, un promedio de veintidós por día; más de ciento veinte mil resultan heridas. La última década ha dejado 100 mil muertos. Los millones de pesos que necesitan las víctimas y sus familiares para afrontar gastos médicos y legales, producen un enorme mercado, sostenido por las indemnizaciones de las aseguradoras y la fragilidad de la ley. Detrás de cada desgracia asoma la posibilidad de un negocio.
SOSA, es un abogado especialista en accidentes de tránsito, a punto de recuperar su matrícula. Se mueve entre guardias de hospitales, servicios de emergencias y comisarías en busca de posibles clientes. Ahora trabaja para una fundación de ayuda a las víctimas que en realidad es la pantalla de un turbio estudio jurídico. Sosa consigue los clientes, los testigos, las pericias; arregla con la policía, los jueces, las aseguradoras.
LUJÁN es una joven médica recién llegada a la ciudad, que trabaja en múltiples lugares: ambulancias, guardias de hospitales, servicios de emergencias. Sola, con un ritmo de trabajo que apenas le permite dormir, se enfrenta a un mundo que desconoce.
Esta historia de amor comienza la noche en que Luján y Sosa se conocen, en la calle. Ella tratando de salvar la vida de una accidentado, él tratando de convertirlo en su cliente. Juntos, intentarán modificar el rumbo de sus vidas, pero el pasado turbulento de Sosa se interpondrá.
jueves, 12 de agosto de 2010
• Trabajo práctico número 1
• Área de Capacitación.• Bloque de Formación Común. Curso de Derechos humanos y gestión en salud.
La idea de este primer trabajo práctico es poder completar de forma sencilla una actividad que realizamos en el encuentro en la Casa de la Cultura de la ciudad de Merlo el primer viernes del mes de agosto de 2010.
El tema en cuestión es la “planificación estratégica en salud”. Para quien quiera profundizar este punto les sugiero leer el artículo que se encuentra a pie de página.
Para completar el primer trabajo práctico deberá contestar (brevemente) las siguientes consignas, a saber:
1. Relate una escena en su lugar de trabajo que, según su criterio, guarde valor sanitario.
2. ¿Como influyen los factores de poder y políticos sociales que aparecen en dicho escenario?.
3. Muestre una posible estrategia de intervención para la solución del problema planteado.
Planificacion Estrategica -
La Planificación Estratégica en Salud
1. Planificación
Planificar significa anticipar el curso de acción que ha de adoptarse, con la finalidad de alcanzar una situación deseada.
Tanto la definición de la situación deseada como la selección y el curso de acción forman parte de una secuencia de decisiones y de actos que realizados de manera sistemática y ordenada constituyen lo que se denomina proceso de planificación.
Planificación Estratégica
Es una metodología que ayuda a la organización a adaptarse a entornos sociales estables o cambiantes desarrollando una estructura que le permita obtener los objetivos en tiempos determinados
Planificación programática
Establece las estrategias y tácticas que permitirán alcanzar los objetivos estratégicos. Articula el nivel estratégico con el nivel operativo
Planificación operativa
Es una etapa de la planificación que tiene como objetivo lograr la identificación y asignación de metas, actividades, recursos y responsables, para que en un plazo determinado (generalmente un año) se puedan conseguir los objetivos institucionales.
Niveles de la planificación Qué se obtiene? Para qué sirve? Tipo de planificación Visión, Misión, Análisis FODA y objetivos estratégicos Exige a la organización precisar lo que quiere ser y hacer Estratégica Actividades, tareas, responsables, costos, metas y cronograma Establece las actividades que se deben alcanzar en el corto plazo. Operativa Estrategias, tácticas, resultados e indicadores de impacto Establece las tácticas de cómo se obtendrán los objetivos estratégicos Programática
2.
Corrientes del Enfoque Estratégico en Salud
o El Pensamiento estratégico. Mario Testa
o La Planificación de Situaciones de. Carlos Matus
o Planificación estratégica - Mario Rovere.
La Planificación de Recursos humanos. Etapas para la formulación del Plan Estratégico
o Construcción de la visión y misión.
o Análisis de factores externos e internos
o Formulación de objetivos estratégicos
o Formulación de resultados, estrategias e indicadores.
La Visión
o La visión es la imagen futura que una organización desarrolla sobre si misma tomando en cuenta la realidad en la cual trabaja. Dicha realidad debe ser planteada en forma positiva pero real.
o Debe constituir una mezcla de razón y sentimiento, en el sentido que debe ser realista y retadora al mismo tiempo.
o Debe ser compartida por todos los participantes del proceso de planeamiento.
La Misión
o La misión describe la razón de ser de una organización dentro de su entorno y en relación en la sociedad en que está inmersa.
o La misión es el objetivo más general; también se le denomina finalidad o incluso filosofía.
o Debe contestar: ¿Quiénes somos? ¿Qué buscamos? ¿Por qué lo hacemos? ¿Para quienes trabajamos?
3. Análisis de los factores o ambientes externo e interno
o Diagnóstico y análisis situacional
o Identificación de actores relevantes
o Tipificación de aliados y oponentes
o Identificación de recursos críticos
o Ayudará a establecer prioridades
4. Fortalezas Es una posición favorable que posee la organización en relación con alguno de sus elementos (recursos, procesos, etc.) y que la sitúa en condiciones de responder eficazmente ante una oportunidad o ante una amenaza. Debilidades Son las limitaciones o carencias que tiene la organización con respecto a alguno de sus elementos y que la ubica en condiciones de no poder responder eficazmente las oportunidades y amenazas del entorno.
5. Las Estrategias
o Se formulan en base al análisis de la matriz FODA.
o Conceptualmente son multidimensionales porque abarcan la totalidad de las acciones de una organización y les da sentido de unidad, dirección y propósito.
o Los principios de las estrategias dependen del sentido común y se vinculan a tres preceptos generales: la adaptación, la libertad de acción y el manejo de las fuerzas (información y recursos)
6. Criterios para el diseño de estrategias
o La visión y misión de la organización
o Las tendencias principales del escenario en donde se ubica la institución.
o Los objetivos estratégicos
o Responder a la pregunta:
o ¿Qué requiere nuestra organización para poder cumplir con los objetivos estratégicos planteados?
QUÉ ES UNA ESTRATEGIA ?
DR. MARIO ROVERE
La necesidad de estudiar y aplicar la noción de estrategia en la administración pasó a ser sentida, en el momento en que se acentuaba la velocidad de los cambios sociales, económicos y políticos que sucedían en el mundo y que afectaban las organizaciones, alterando la posibilidad del alcance de los objetivos y los resultados deseables, de ahí la necesidad de desarrollar alternativas y acciones potenciales que posibiliten el redireccionamiento constante de los objetivos y de los caminos de la organización.
Estrategia es el conjunto de decisiones fijadas en un determinado contexto o plano, que proceden del proceso organizacional y que integra misión, objetivos y secuencia de acciones administrativas en un todo independiente.
Dentro del planteamiento de la Estrategia, se describe cómo se lograrán los objetivos generales de manera eficaz y correcta, es decir qué acciones de intervención ayudarán a la organización a cumplir con su Misión y organizando para cada estrategia planes y presupuestos,
tan detallados como sea necesario.
Debido a que las consecuencias de cualquier decisión tienen un efecto drástico y amplio, la administración a través de su función de planeación, debe buscar el mejor curso de acción posible y de cualquier forma estar preparada para cambiar, si la experiencia y la información nueva que se presenten, sugieren que es necesario el cambio en las acciones ya antes establecidas.
Las estrategias planteadas para lograr un objetivo (o los objetivos), deberán complementarse unas a otras.
El planteamiento de la Estrategia, viene a serla respuesta a: ¿ Cómo los vamos a lograr ?
Mario Rovere plantea la estructuración de las Estrategias por niveles:
Nivel I: En este nivel, la Estrategia se considera sinónimo de " Cómo lograr los Objetivos ",
Nivel II: En este nivel se acepta la detección de ciertos obstáculos y de factores facilitadores que deben ser tenidos en cuenta. Se refiere a las circunstancias o hechos que se interponen entre el presente y la situación objetivo.
Nivel III: Cuando los obstáculos y factores facilitadores no son hechos o circunstancias, sino sujetos que piensan y controlan recursos de poder, es decir, que voluntariamente pueden obstaculizar o facilitar el alcance de nuestros objetivos. Se refiere a una confrontación bajo reglas.
Nivel IV: Las estrategias deben enfrentar situaciones en las que las reglas mismas son parte de lo que se disputa.
¿Qué pautas debemos seguir para una mejor selección de
estrategias?
a. Enfocar adecuadamente la situación actual, como la apreciamos o percibimos (incluye a todos los miembros del establecimiento), es decir, observar nítidamente todos los actores y condiciones que conforman los escenarios reales y posibles en el ámbito de trabajo de la institución.
b. Identificar acciones que respondan a la misión, visión y valores previamente definidos.
c. Asegurar concentración en lo importante y que lo ya iniciado tenga continuidad.
d. Buscar orientaciones eficientes que promuevan simultáneamente, una economía de los recursos y una disminución de las discrepancias de los diferentes actores.
e. Realizar una observación multitemporal y multidimensional de la situación, así como de las consecuencias que se pueden derivar de las acciones que sobre esa situación vayamos a ejecutar; es decir, debemos pensar a futuro.
f. Tratar de encadenar una estrategia en aplicación con el surgimiento de la siguiente.
g. Evitar los errores derivados de la "seguridad" de la certeza y la definición de predicciones sociales.
h. Enfatizar una disposición crítica y asertiva. Las estrategias no son ni buenas ni malas sólo son adecuadas o inadecuadas frente a una situación concreta.
i. Tratar de construir el futuro deseado, más que pensar en el futuro, es lo sustantivo en el pensamiento estratégico.
j. Procurar la percepción concurrente de los momentos descriptivo, explicativo, normativo, estratégico, operativo y evaluativo, en el marco de los valores que sustentan la visión y la misión, puesto que estos momentos se pueden dar o dan simultáneamente,
Bibliografía
1. Planificación Estratégica en Recursos Humanos en Salud. Serie Desarrollo de Recursos Humanos, No. 96 Mario Rovere, OPS, OMS, 1993, 226 pp.
2. Administración en las Organizaciones - Enfoque de Sistemas y Contigencias. Tremont E. Kast y James E. Rosenzweig. 4ta. Edición. Mc. Hill. 750 pp.
egulaciones vengan exclusivamente de las instituciones tradicionales (familia, escuela...). Tampoco podemos esperar que los mass-media posibiliten, por sí mismos, aprender a leer los textos y el mundo. Las diversas prácticas sociales y educativas, en el campo de las infancias y de las adolescencias, han de coordinarse en red con la escuela. Dichas prácticas, que la nueva carrera de educación social viene a legitimar y promover, primordialmente apuntan a la filiación simbólica de los sujetos, y pueden crear y/o sostener posibilidades de acceso a la escuela y a lo social. En el ámbito de las infancias, des-enganchar la educación social, las diversas prácticas sociales y asistenciales de las instituciones escolares, sólo significa sellar los guetos marginales. De allí la necesidad de articular los distintos recursos, de crear espacios de circulación e intercambio, y no lugares de aparcamiento de los chicos catalogados como “difíciles”. Se trata entonces de impulsar servicios diversos según el principio de lucha contra las desigualdades sociales, a fin de remover las condiciones que hacen obstáculo al acceso de todos los ciudadanos a la adquisición de los instrumentos de pensamiento y de saberes diseñados y construidos a lo largo de las generaciones, como legado para todos. Se pueden diseñar las prestaciones educativas a la medida de la pobreza y la exclusión, o bien apostar por propuestas de democratización del acceso de amplios sectores sociales a los circuitos donde se produce y se distribuye el conocimiento socialmente significativo. Estos son hoy los verdaderos retos de la institución escolar: o inventa nuevas y efectivas maneras para posibilitar la democratización del acceso de todos los niños y adolescentes a los legados culturales o se transformará en una institución de contención, donde la violencia estallará inevitablemente. La violencia de los que perciben la injusticia de haber quedado fuera de toda esperanza. Incluso hemos de volver a pensar esa definición, de fines del siglo XIX y comienzos del XX, de la escuela en términos de sistema. Hasta hoy, el tubo es “el mismo” para todos los niños. Sin embargo, no garantiza que los procesos de educación, ni siquiera los aprendizajes, sean similares. Bien al contrario, ese único tubo puede hacer obstáculo a los procesos de apropiación del saber. El problema del actual sistema es que sigue priorizando la homogenización (según... ¡clases de edad!), por sobre la exigencia fundamental de este momento: la apropiación del conocimiento y, en consecuencia, la organización y el manejo de la información, ante el alud que amenaza con sepultar toda intelección del mundo. La prioridad puesta en la homogenización produce que, a partir de la vía de dirección única que constituye el sistema, se generen una serie de vías muertas, inconducentes. Esto se denomina, de manera políticamente correcta: atención a la diversidad, o atención a niños con necesidades educativas especiales, quienes terminan designados como los nee’s (casi en clave de humor negro, dada su homofonía con el famoso lago escocés y el monstruo que supuestamente lo habita...). Allí se produce, reproduce y estanca el resto social: una serie de categorías, mayormente de carácter suburbial, que luego se detectan como población en riesgo. Para estos sujetos, se dice, el sistema no está preparado... En nombre de la homogeneidad, lo que es capaz de ponerla en entredicho, se segrega a los límites de un gueto. Se produce una pérdida de la dignidad de la persona, una sumisión pasiva al efecto de segregación social aunque haya estallidos puntuales de violencia. Ciertos guetos se perfilan en torno a figuras de la marginación y de la criminalidad como elementos que otorgan identidad y acceso a la actualidad de época, negados por las instituciones que debieran ser garantes del acceso. Como alternativa a los efectos de exclusión, podríamos subrayar la importancia de la tarea educadora, conceptuándola como la búsqueda y la apertura de lugares de valor social que posibiliten nuevas y múltiples articulaciones sociales de los sujetos, entendidos aquí según la noción de actores sociales propuesta por Touraine. Ciertamente, una institución no puede operar con “exceso” de diversificación, pues corre el riesgo de volver al modelo asilar. Se trata del tristemente célebre modelo que encerraba “todo” cuanto molestaba en lo social... Y esto hay que recordarlo, para no repetirlo. Por eso sostenemos que las articulaciones no pueden gestarse y sostenerse en el interior de un único dispositivo, pues llevan al cierre de vínculos exteriores y a la clausura de los propios sujetos en esos entresijos, o bien a su expulsión. Hay que pensar en articulaciones múltiples y diversas, en un “dentrofuera” escolar sostenido en y desde la responsabilidad pública hacia las infancias. Lugares de re-envío que operen como oportunidades nuevas, sobre todo para aquéllos sobre los que se cierne la “certeza” de su inoportunidad. Espacios donde irrumpan las artes y las letras, donde sean posibles la experimentación y la manipulación; las elaboraciones y confrontaciones; tanto como los juegos o el deporte. En el sentido de ofertas donde son posibles abordajes alternativos a los de las clases tradicionales y a cuya valorización contribuyan. Lugares abiertos, franqueables, amigables y exigentes, que convoquen a partir de los intereses de los chicos, capaces de permitir la construcción de diversos itinerarios. El reto está, en medio de la banalización, en sostener una verdadera apuesta de culturalización para las nuevas generaciones: definir a la escuela como espacio tal que posibilite albergar a las infancias y a las adolescencias, para dar a cada sujeto la posibilidad de un encuentro con los otros, con el Otro. La escuela como espacio y como oportunidad de cultura. Como casa de cultura, que coordina e impulsa la participación, que se abre a lugares diversos y, a su vez, aloja lugares diversos. Ante lo segregativo de la consideración de “una” infancia, frente a la cual aparecen los niños adjetivados5: desescolarizados, absentistas, infractores, desinteresados, problemáticos, violentos, inmigrantes, proponemos alojar lo múltiple entretejido en lugares múltiples, intereses múltiples, patrimonios múltiples. Puede que este momento histórico, en el que dominan las lógicas de redes, sea propicio para dar cabida a lo múltiple, homologado en las búsquedas culturales. El mundo ha cambiado. También el mundo de los niños. La noción misma de sistema que se emplea: un único orden posible para encauzar a “la” infancia, se transforma en el principal obstáculo epistemológico para pensar nuevas maneras de sostener la responsabilidad pública ante las nuevas generaciones. Se trata de realizar un esfuerzo de invención para un siglo nuevo. Es posible pensar en otros soportes educacionales en la empresa de promoción cultural de los más jóvenes (particularmente, de los sectores más vulnerables social, cultural y económicamente), ofertando lugares de trabajo pedagógico articulados en redes, que construyan circuitos, en relación a los cuales los sujetos puedan mapear, cartografiar, otras posibilidades sociales: nuevas tramitaciones, nuevas bifurcaciones devienen posibles. Habrá que establecer cuáles son los núcleos fundamentales de acción educativa y cómo se podrían abordar para brindar, a los niños y adolescentes, las oportunidades de culturalización y de construcción de la socialidad que cada uno requiera. Para promover y facilitar su articulación en el espacio escolar con la elaboración de nuevas narrativas, que les posibiliten posicionarse en los lugares hegemónicos y no hegemónicos de la cultura. A este desplazamiento entre redes, que generan escenarios, dramas y actores, Marc Augé lo denomina trayectorias vitales. Pearce habla de formas de serpenteo, que posibilitan escapar de la exclusión (entendida como confinamiento en un gueto), para desplazarse en un mundo segmentado, fragmentado, sin ser atrapado en sus fisuras. Tal vez el reto de la actualidad pasa por cómo cada sociedad pueda atender a las infancias y las adolescencias para que las penalidades actuales no confisquen, también, lo por-venir. Podríamos pensar, por ejemplo, cómo dar soporte a los niños y los adolescentes para que puedan mantener, con éxito, su escolaridad y acceder a lo social amplio y plural. Tal vez, pase por otorgarles estatuto de sujeto, sujetos de derecho, con quienes es posible convenir propuestas, propulsar proyectos, discutir alternativas. Podríamos pensar, también, en cómo dar soporte a la escuela para que centre su función en la transmisión de los valiosos legados culturales y trabaje en red con otras instituciones, para que niños y adolescentes puedan realizar otras experiencias. Tomando en cuenta que hoy asistimos al declive de la función familiar, y considerando también el lastre que han supuesto y suponen las políticas neoliberales de arrasamiento de lo social, habrá que atender de otras maneras a las infancias. Entendemos también que esto es un otro nombre de la justicia, de la lucha contra las desigualdades, que tiene en las jóvenes generaciones una población cautiva, salvo que hoy tomemos otras cartas en el asunto, renovando los contratos intergeneracionales antes de que caduquen. Hay que pensar que la institución familiar también ha cambiado. Lo que la escuela no puede dar, a veces tampoco lo pueden dar algunas familias. La pregunta es de quién es esa responsabilidad de socialización de las nuevas generaciones. Hay una responsabilidad pública, lo sabemos. Y toca reclamarla, para que se ponga en marcha, para que dedique recursos a fin de que las infancias puedan volver a ser verdaderas “apuestas” a lo porvenir. La responsabilidad pública, cuando abre las posibilidades de un verdadero trabajo educativo con las nuevas generaciones, suele realizar una opción política que la sitúa más allá de las posiciones higienistas y familiaristas en la atención a las infancias. El higienismo propone la separación de los niños de las familias que se apartan del ideal del discurso hegemónico. Esas familias se entienden como contaminadoras, como “mal ejemplo” y es requisito apartar de ellas a los niños. El modelo familiarista, complementario del anterior, entiende que nunca un niño estará mejor que con su propia familia biológica, pues el ideal indica que allí reside el amor verdadero, y que nunca es excesivo el precio a pagar. La apuesta por la educación, escolar y social, supone otra posición: otorgar a niños y adolescentes (tal como señalamos más arriba), el estatuto de sujetos de derecho. Postulamos que la labor educativa ha de aportar a la nueva construcción de la ciudadanía, es decir, contribuir a una definición política que pueda reunir a diversos actores, propiciando la construcción de redes de texturas y densidades variables: plataformas en las que sostener algo sólido en esta modernidad líquida. En definitiva, se trata de convocar a la educación para que vuelva a inventar un cruce entre la política y el trabajo de culturalización de las nuevas generaciones. Nuevas posiciones pedagógicas para el trabajo educativo. Podríamos pensar cómo garantizar que aún los niños más vulnerables (y aquellos vulnerados en sus derechos), puedan acceder al mundo tecnológico que atraviesa este presente y perfila futuros posibles. Esto nos plantea, sin duda, un verdadero desafío pedagógico. Pero no menos que los viejos retos, pues educar hoy es, también y quizás sobre todo, brindar las herramientas de los viejos saberes. Luego cada actor social construirá sus propios recorridos. Ahora bien, los saberes hay que transmitirlos (responsabilidad de las generaciones adultas) y hay que apropiárselos (responsabilidad de las nuevas generaciones): he aquí la función propia de la escuela. Los jóvenes han de estudiar, cumplir con los ritos y la disciplina del trabajo conceptual. Flaco favor les hacemos cuando suponemos que el saber se construye a partir de una interacción con el medio... como si el saber brotara mágicamente, lúdicamente, sin el esfuerzo de aprender y aprehender lo que tantos otros que nos precedieron han ido construyendo, desplegando, descartando, interrogando. A su vez, la posibilidad de seleccionar la información, catalogarla, desecharla, confrontarla, etc. no es una actividad que espontáneamente realizará el sujeto, ni tampoco se da en abstracto; para aprenderla hay que incorporar conceptos, pensar e, incluso... ¡memorizar!: desde las letras en su orden alfabético, las poesías o la tabla del 9. Hay que transmitir (o ayudar a buscar), aquello sobre lo cual merece la pena trabajar y... ¡trabajar! Hay que pensar en cómo incorporar los nuevos objetos culturales (los tecnológicos, principalmente), pero sabiendo que no resuelven, bien al contrario, complejizan, el trabajo educativo. Aquí señalamos otra diferencia radical con ciertas posiciones ante lo educativo que podríamos conceptuar como pestalocianas, esto es, centradas no en la transmisión de los saberes habilitantes de la época, sino en una suerte de moralización de las personas. Moralización que hoy se recicla en términos de autoestima, creatividad, o educación en valores, como si esas cuestiones fueran en-sí, y no efecto de procesos, del trabajo de aprender, de pensar, de resolver los problemas que los otros y los textos (verbales y escritos), nos plantean. La tan mentada autoestima, en educación, no es sino la verdadera estima que, en términos de confianza, de apuesta al por-venir, los educadores sean capaces de transmitir a los sujetos. Se trata de posibilitar su acceso, en carácter de herederos legítimos, a los patrimonios culturales que les pertenecen, en sentido estricto. Para ello hay que poner en juego la confianza: confianza en que harán buen uso de ese legado, en que combinarán de manera peculiar memorias y olvidos: habrá elementos que se perderán y otros serán recuperados. Hay que remarcar que la educación no consiste en “contener” ciertos problemas sociales, de manera tal que los sujetos allí circunscriptos así permanezcan: pobres, inmigrantes, excluidos. Bien al contrario, suapuesta es transmitir. Evocando las palabras del viejo pedagogo francés de comienzos del siglo XX, Émile Chartier7 (Alain), podemos afirmar que “La literatura es buena para todos, y sin duda más necesaria al más grosero, al más obtuso, al más indiferente, al más violento”. La ética de la transmisión nos convoca y nos exige que lo recibido en su momento sea, a su vez, transmitido: acto que renueva, cada vez que se realiza, aquello dado. En efecto, cada transmisión es un acto original que, a la vez, pasa algo de lo viejo y lanza a algo nuevo, en la medida en que algo queda en suspenso. No se trata, pues, de la transmisión en sentido mecanicista, que es la utopía emblemática de las pedagogías de corte totalitario. Por el contrario, hablamos del acto de enseñar, de provocar en el otro un cierto deseo de saber. Podríamos definir de manera muy general la educación como un intento de articulación de lo particular del sujeto con un cierto orden que podríamos llamar cultural o simbólico y que nos remite a lo universal, entendido como la actualidad de cada época que se dibuja en cada geografía. Ahora bien, lo particular de un sujeto es siempre un enigma para la educación. Y ciertamente suele serlo para el propio sujeto. El trabajo educativo puede posibilitar al sujeto saber algo acerca de sus intereses y acerca de las formas culturalmente admitidas o admisibles de concretarlos; puede facilitarle la realización del trabajo de construcción de sus anclajes culturales. Trabajo que necesariamente cada sujeto ha de tomar a su cargo: he aquí el duro trabajo de civilidad del que nos hablara Hegel, recogiendo el legado de la pedagogía clásica en cuanto al concepto de sujeto de la educación, que lo ubica como sujeto responsable. Así, pues, se trata de posiciones pedagógicas que cuestionan las dos tentaciones de inocencia, que Pascal Bruckner denuncia como las dos modalidades del escapismo contemporáneo, a saber: la victimización y la infantilización. Para hacer frente a la primera, cabe ubicar en el plano pedagógico al sujeto responsable, ya que la consideración de víctima de la historia, del barrio, de la familia, o del largo etc. que podríamos hilvanar, no hace sino ponerlo “fuera de juego”: sujeto que es puesto en condición de objeto y del que nada cabe así esperar. No depara ninguna sorpresa, ya que de él sólo se espera que asuma su condición como destino. Asimismo, es requisito sortear aún la segunda tentación: la infantilización o desresponsabilización de los adultos, que deja a niños y adolescentes librados a sí mismos. En suma, se trata de apostar a que la educación recupere, ante los procesos de banalización y vaciamiento culturales, la transmisión como polea social y cultural que articule a los jóvenes con el mundo. He aquí un posible punto para iniciar el despliegue del trabajo educativo: pensar cómo brindar a cada niño y adolescente lugares plurales y reconocidos, valiosos, en los que se dé cabida a su palabra y se aloje su subjetividad, lugares en los que instituirse en sujeto social actual a su época. Para concluir: El desafío que el conjunto de las cuestiones esbozadas plantean a la Pedagogía (Social) y a la educación (social), puede definirse en términos de construcción de plataformas −múltiples, diversas−, capaces de dar al sujeto de la educación un lugar de protagonismo en sus procesos de adquisición y consiguiente apropiación, transformación y uso de los saberes y conocimientos en juego en lo local y lo global, abriendo nuevos espacios para albergar su subjetividad, para dar cauces a sus deseos, para ofrecer oportunidades otras. Nuevas oportunidades para dar lugar, para restituir, la dimensión del sujeto. Sujeto en el sentido de capaz de pensar y pensarse y, en palabras de Alain Touraine, como “capacidad y derecho de cada individuo a armar una síntesis, análoga y a la vez diferente de la que otro individuo está tratando de realizar en otra parte de la ciudad o en otro lugar del mundo”. Ante el horizonte de proliferación de derechos, se trata de repensar el de la igualdad de oportunidades y el de inserción como ejes sobre los que reconstruir el tejido social, donde el derecho a la igualdad sea un operador que regule la diversidad. Y no a la inversa: una supuesta diversidad “esencial” de los sujetos que da cobertura a las diversas metamorfosis del apartheid. La educación, si trabaja bien, sostiene al sujeto en sus búsquedas dándole el tiempo que lo social otorga a las infancias. La imposición continuada de un tiempo único, la presión para que se aprenda según el ideal del educador, acaban agotando las búsquedas, es decir, yugulando los procesos educativos. Los proyectos tecnocráticos han producido curiosos ejemplos de devastamiento cultural y “fracasos” personales. El trabajo pedagógico pone de manifiesto que el problema no es tan sólo de recursos (ofertas) −que sin duda deben estar−, sino que,específicamente, se refiere al interés del propio sujeto por las propuestas culturales: he aquí el primer punto del trabajo educativo, un punto de dificultad para el educador. A veces se da una conclusión precipitada: este niño, con la familia que tiene, con el barrio en el que vive, ya está destinado al “fracaso”... ¿qué podemos hacer nosotros si los propios padres no se ocupan para nada? Cuando decimos primer punto nos estamos refiriendo a la posibilidad de dar tiempo, a suspender nuestro juicio, a probar otras maneras. Esta posibilidad puede plantearse si se entiende la dimensión educativa como espacios y tiempos donde un sujeto puede realizar actividades exploratorias tales como circular, manipular, elegir, equivocarse, cambiar de objetos, de actividades, sin que ello signifique una valoración negativa de su persona. Dar tiempo a ese tiempo que un sujeto necesita para poder elegir, esto es, un despertar del sujeto a un mundo que pueda aparecer y parecer diferente. En los primeros momentos, en el acceso a la escuela primaria y a la secundaria, pero también a los servicios de educación social, “perder tiempo” quizá sea ganarlo. Toda institución se constituye como un conjunto de normas. La paradoja que se plantea a la educación tal vez pueda expresarse en una pregunta: ¿cómo puede un sujeto responder a la norma voluntariamente sin visualizar la utilidad de la garantía del vínculo social? Más aún, ¿cómo tender un vínculo de confianza a lo social —principio subjetivo para el cumplimiento normativo— si lo social no ha respetado, por los motivos que fueren, nada de particular interés o de valor para el propio sujeto? Por ello postulamos espacios y tiempos diversos que puedan permitir nuevas aproximaciones del sujeto a lo social, en la construcción de estrategias y trayectos. Ello no significa la no-norma. Por el contrario, significa estructurar el trabajo educativo como contexto normativo claro, escueto, preciso, que posibilite la percepción de la norma como un instrumento a favor de la convivencia y el trabajo. La educación escolar puede articularse con las instituciones de educación social, que se despliegan tanto en medio abierto como localizarse en centros específicos: desde las ludotecas, los centros de día, las bibliotecas o museos, o los locales escolares fuera del horario estrictamente escolar. Pero sea cual sea su localización, se trata de prácticas que incluyen otras posibilidades, que pueden provocar en el sujeto otras búsquedas, otros intercambios, a favor del trabajo exploratorio de cada uno. Se trata de un trabajo que, en realidad, es requisito a la instauración de lo que la didáctica llama el proyecto educativo. Pues no habrá tal proyecto si el sujeto no admite la posibilidad de relacionarse de otra manera con la cultura o, dicho en otros términos, de cerciorarse de que otras alternativas son viables: si algo del orden de lo nuevo, de encuentros nuevos, será posible. Ello incluye mostrar, enseñar, legados culturales bajo la promesa de que es posible apropiarse de ellos: ser un heredero. La cuestión de los contenidos no es tangencial, ya que, a veces, éstos parecerían buscar el des-interés del sujeto por la tarea educativa. Contenidos que, se puede sospechar, sólo sirven para sostener y justificar el mantenimiento de los marcos institucionales en los que se gestionan. En educación social el riesgo es el asistencialismo, que fija a los sujetos a un destino de exclusión y dependencia. Un verdadero empuje a lo peor decada uno, bajo la excusa pestalozziana de que los pobres han de recibir una educación hecha a “su” medida. Kant, Herbart fueron, tal vez, los primeros en advertir que los contenidos de la educación, posibilitan el encuentro entre el sujeto y el agente de la educación y de éstos con los tiempos sociales. No hay educación (ni escolar ni social), sin la función instructiva, esto es, sin que algo de los patrimonios culturales se ponga en juego, sin que algo de los tesoros de la humanidad se distribuya y filie simbólicamente a todos y cada uno de los sujetos de la educación. "Es evidente que se trata de un esfuerzo pedagógico. [...] El niño está hecho para aprender algo. He aquí lo que nos enuncia Freud, lo que nos enuncia Kant... es extraordinario que lo haya presentido, pues ¿cómo podía él justificarlo? Está hecho para aprender algo, es decir, para que el nudo se haga bien". Algo de lo nuevo se produce cuando cada agente pone en juego el deseo de educar. Algo de lo que hace obstáculo se mueve y el tiempo de la educación se abre, verdaderamente, a lo imprevisible, al acontecer de algún sujeto. Suele ser fácil atribuir a las nuevas generaciones condiciones tales como desinterés o violencia, sin ver que tales cuestiones pueden ser efecto de las condiciones actuales del propio discurso pedagógico y de la desresponsabilización de los adultos. Los contenidos de la educación, cuando están vivificados por el deseo de transmisión del educador, pueden causar el interés del sujeto, lo cual tiene un efecto pacificador. De tal manera, tanto las dificultades para fijar el interés como la violencia escolar, devienen síntoma de la des-regulación del discurso pedagógico. Pero el futuro de la educación aún no está escrito. Ni el de ninguno de los jóvenes con quienes el educador trabaja. Es importante recordarlo, para entender que abrirnos a lo porvenir también nos concierne. Por tanto, algo de nuestra responsabilidad entra en juego. Sin duda hay que remar contracorriente. Hemos de saber también que cada día, en el cada día del oficio pedagógico, nos encontramos ante las dimensiones complejas, entrecruzadas, discontinuas, que entretejen ese proceso viejo y nuevo, siempre inacabado, que se da en llamar educación. Y conviene no olvidar, siguiendo a Bachelard, que “…cada acción, por simple que sea, quiebra inevitablemente la continuidad del devenir”…
- Planificación estrategica en salud
- Ministerio de Salud de la Pcia de Bs as.
• Área de Capacitación.• Bloque de Formación Común. Curso de Derechos humanos y gestión en salud.
La idea de este primer trabajo práctico es poder completar de forma sencilla una actividad que realizamos en el encuentro en la Casa de la Cultura de la ciudad de Merlo el primer viernes del mes de agosto de 2010.
El tema en cuestión es la “planificación estratégica en salud”. Para quien quiera profundizar este punto les sugiero leer el artículo que se encuentra a pie de página.
Para completar el primer trabajo práctico deberá contestar (brevemente) las siguientes consignas, a saber:
1. Relate una escena en su lugar de trabajo que, según su criterio, guarde valor sanitario.
2. ¿Como influyen los factores de poder y políticos sociales que aparecen en dicho escenario?.
3. Muestre una posible estrategia de intervención para la solución del problema planteado.
Planificacion Estrategica -
La Planificación Estratégica en Salud
1. Planificación
Planificar significa anticipar el curso de acción que ha de adoptarse, con la finalidad de alcanzar una situación deseada.
Tanto la definición de la situación deseada como la selección y el curso de acción forman parte de una secuencia de decisiones y de actos que realizados de manera sistemática y ordenada constituyen lo que se denomina proceso de planificación.
Planificación Estratégica
Es una metodología que ayuda a la organización a adaptarse a entornos sociales estables o cambiantes desarrollando una estructura que le permita obtener los objetivos en tiempos determinados
Planificación programática
Establece las estrategias y tácticas que permitirán alcanzar los objetivos estratégicos. Articula el nivel estratégico con el nivel operativo
Planificación operativa
Es una etapa de la planificación que tiene como objetivo lograr la identificación y asignación de metas, actividades, recursos y responsables, para que en un plazo determinado (generalmente un año) se puedan conseguir los objetivos institucionales.
Niveles de la planificación Qué se obtiene? Para qué sirve? Tipo de planificación Visión, Misión, Análisis FODA y objetivos estratégicos Exige a la organización precisar lo que quiere ser y hacer Estratégica Actividades, tareas, responsables, costos, metas y cronograma Establece las actividades que se deben alcanzar en el corto plazo. Operativa Estrategias, tácticas, resultados e indicadores de impacto Establece las tácticas de cómo se obtendrán los objetivos estratégicos Programática
2.
Corrientes del Enfoque Estratégico en Salud
o El Pensamiento estratégico. Mario Testa
o La Planificación de Situaciones de. Carlos Matus
o Planificación estratégica - Mario Rovere.
La Planificación de Recursos humanos. Etapas para la formulación del Plan Estratégico
o Construcción de la visión y misión.
o Análisis de factores externos e internos
o Formulación de objetivos estratégicos
o Formulación de resultados, estrategias e indicadores.
La Visión
o La visión es la imagen futura que una organización desarrolla sobre si misma tomando en cuenta la realidad en la cual trabaja. Dicha realidad debe ser planteada en forma positiva pero real.
o Debe constituir una mezcla de razón y sentimiento, en el sentido que debe ser realista y retadora al mismo tiempo.
o Debe ser compartida por todos los participantes del proceso de planeamiento.
La Misión
o La misión describe la razón de ser de una organización dentro de su entorno y en relación en la sociedad en que está inmersa.
o La misión es el objetivo más general; también se le denomina finalidad o incluso filosofía.
o Debe contestar: ¿Quiénes somos? ¿Qué buscamos? ¿Por qué lo hacemos? ¿Para quienes trabajamos?
3. Análisis de los factores o ambientes externo e interno
o Diagnóstico y análisis situacional
o Identificación de actores relevantes
o Tipificación de aliados y oponentes
o Identificación de recursos críticos
o Ayudará a establecer prioridades
4. Fortalezas Es una posición favorable que posee la organización en relación con alguno de sus elementos (recursos, procesos, etc.) y que la sitúa en condiciones de responder eficazmente ante una oportunidad o ante una amenaza. Debilidades Son las limitaciones o carencias que tiene la organización con respecto a alguno de sus elementos y que la ubica en condiciones de no poder responder eficazmente las oportunidades y amenazas del entorno.
5. Las Estrategias
o Se formulan en base al análisis de la matriz FODA.
o Conceptualmente son multidimensionales porque abarcan la totalidad de las acciones de una organización y les da sentido de unidad, dirección y propósito.
o Los principios de las estrategias dependen del sentido común y se vinculan a tres preceptos generales: la adaptación, la libertad de acción y el manejo de las fuerzas (información y recursos)
6. Criterios para el diseño de estrategias
o La visión y misión de la organización
o Las tendencias principales del escenario en donde se ubica la institución.
o Los objetivos estratégicos
o Responder a la pregunta:
o ¿Qué requiere nuestra organización para poder cumplir con los objetivos estratégicos planteados?
QUÉ ES UNA ESTRATEGIA ?
DR. MARIO ROVERE
La necesidad de estudiar y aplicar la noción de estrategia en la administración pasó a ser sentida, en el momento en que se acentuaba la velocidad de los cambios sociales, económicos y políticos que sucedían en el mundo y que afectaban las organizaciones, alterando la posibilidad del alcance de los objetivos y los resultados deseables, de ahí la necesidad de desarrollar alternativas y acciones potenciales que posibiliten el redireccionamiento constante de los objetivos y de los caminos de la organización.
Estrategia es el conjunto de decisiones fijadas en un determinado contexto o plano, que proceden del proceso organizacional y que integra misión, objetivos y secuencia de acciones administrativas en un todo independiente.
Dentro del planteamiento de la Estrategia, se describe cómo se lograrán los objetivos generales de manera eficaz y correcta, es decir qué acciones de intervención ayudarán a la organización a cumplir con su Misión y organizando para cada estrategia planes y presupuestos,
tan detallados como sea necesario.
Debido a que las consecuencias de cualquier decisión tienen un efecto drástico y amplio, la administración a través de su función de planeación, debe buscar el mejor curso de acción posible y de cualquier forma estar preparada para cambiar, si la experiencia y la información nueva que se presenten, sugieren que es necesario el cambio en las acciones ya antes establecidas.
Las estrategias planteadas para lograr un objetivo (o los objetivos), deberán complementarse unas a otras.
El planteamiento de la Estrategia, viene a serla respuesta a: ¿ Cómo los vamos a lograr ?
Mario Rovere plantea la estructuración de las Estrategias por niveles:
Nivel I: En este nivel, la Estrategia se considera sinónimo de " Cómo lograr los Objetivos ",
Nivel II: En este nivel se acepta la detección de ciertos obstáculos y de factores facilitadores que deben ser tenidos en cuenta. Se refiere a las circunstancias o hechos que se interponen entre el presente y la situación objetivo.
Nivel III: Cuando los obstáculos y factores facilitadores no son hechos o circunstancias, sino sujetos que piensan y controlan recursos de poder, es decir, que voluntariamente pueden obstaculizar o facilitar el alcance de nuestros objetivos. Se refiere a una confrontación bajo reglas.
Nivel IV: Las estrategias deben enfrentar situaciones en las que las reglas mismas son parte de lo que se disputa.
¿Qué pautas debemos seguir para una mejor selección de
estrategias?
a. Enfocar adecuadamente la situación actual, como la apreciamos o percibimos (incluye a todos los miembros del establecimiento), es decir, observar nítidamente todos los actores y condiciones que conforman los escenarios reales y posibles en el ámbito de trabajo de la institución.
b. Identificar acciones que respondan a la misión, visión y valores previamente definidos.
c. Asegurar concentración en lo importante y que lo ya iniciado tenga continuidad.
d. Buscar orientaciones eficientes que promuevan simultáneamente, una economía de los recursos y una disminución de las discrepancias de los diferentes actores.
e. Realizar una observación multitemporal y multidimensional de la situación, así como de las consecuencias que se pueden derivar de las acciones que sobre esa situación vayamos a ejecutar; es decir, debemos pensar a futuro.
f. Tratar de encadenar una estrategia en aplicación con el surgimiento de la siguiente.
g. Evitar los errores derivados de la "seguridad" de la certeza y la definición de predicciones sociales.
h. Enfatizar una disposición crítica y asertiva. Las estrategias no son ni buenas ni malas sólo son adecuadas o inadecuadas frente a una situación concreta.
i. Tratar de construir el futuro deseado, más que pensar en el futuro, es lo sustantivo en el pensamiento estratégico.
j. Procurar la percepción concurrente de los momentos descriptivo, explicativo, normativo, estratégico, operativo y evaluativo, en el marco de los valores que sustentan la visión y la misión, puesto que estos momentos se pueden dar o dan simultáneamente,
Bibliografía
1. Planificación Estratégica en Recursos Humanos en Salud. Serie Desarrollo de Recursos Humanos, No. 96 Mario Rovere, OPS, OMS, 1993, 226 pp.
2. Administración en las Organizaciones - Enfoque de Sistemas y Contigencias. Tremont E. Kast y James E. Rosenzweig. 4ta. Edición. Mc. Hill. 750 pp.
egulaciones vengan exclusivamente de las instituciones tradicionales (familia, escuela...). Tampoco podemos esperar que los mass-media posibiliten, por sí mismos, aprender a leer los textos y el mundo. Las diversas prácticas sociales y educativas, en el campo de las infancias y de las adolescencias, han de coordinarse en red con la escuela. Dichas prácticas, que la nueva carrera de educación social viene a legitimar y promover, primordialmente apuntan a la filiación simbólica de los sujetos, y pueden crear y/o sostener posibilidades de acceso a la escuela y a lo social. En el ámbito de las infancias, des-enganchar la educación social, las diversas prácticas sociales y asistenciales de las instituciones escolares, sólo significa sellar los guetos marginales. De allí la necesidad de articular los distintos recursos, de crear espacios de circulación e intercambio, y no lugares de aparcamiento de los chicos catalogados como “difíciles”. Se trata entonces de impulsar servicios diversos según el principio de lucha contra las desigualdades sociales, a fin de remover las condiciones que hacen obstáculo al acceso de todos los ciudadanos a la adquisición de los instrumentos de pensamiento y de saberes diseñados y construidos a lo largo de las generaciones, como legado para todos. Se pueden diseñar las prestaciones educativas a la medida de la pobreza y la exclusión, o bien apostar por propuestas de democratización del acceso de amplios sectores sociales a los circuitos donde se produce y se distribuye el conocimiento socialmente significativo. Estos son hoy los verdaderos retos de la institución escolar: o inventa nuevas y efectivas maneras para posibilitar la democratización del acceso de todos los niños y adolescentes a los legados culturales o se transformará en una institución de contención, donde la violencia estallará inevitablemente. La violencia de los que perciben la injusticia de haber quedado fuera de toda esperanza. Incluso hemos de volver a pensar esa definición, de fines del siglo XIX y comienzos del XX, de la escuela en términos de sistema. Hasta hoy, el tubo es “el mismo” para todos los niños. Sin embargo, no garantiza que los procesos de educación, ni siquiera los aprendizajes, sean similares. Bien al contrario, ese único tubo puede hacer obstáculo a los procesos de apropiación del saber. El problema del actual sistema es que sigue priorizando la homogenización (según... ¡clases de edad!), por sobre la exigencia fundamental de este momento: la apropiación del conocimiento y, en consecuencia, la organización y el manejo de la información, ante el alud que amenaza con sepultar toda intelección del mundo. La prioridad puesta en la homogenización produce que, a partir de la vía de dirección única que constituye el sistema, se generen una serie de vías muertas, inconducentes. Esto se denomina, de manera políticamente correcta: atención a la diversidad, o atención a niños con necesidades educativas especiales, quienes terminan designados como los nee’s (casi en clave de humor negro, dada su homofonía con el famoso lago escocés y el monstruo que supuestamente lo habita...). Allí se produce, reproduce y estanca el resto social: una serie de categorías, mayormente de carácter suburbial, que luego se detectan como población en riesgo. Para estos sujetos, se dice, el sistema no está preparado... En nombre de la homogeneidad, lo que es capaz de ponerla en entredicho, se segrega a los límites de un gueto. Se produce una pérdida de la dignidad de la persona, una sumisión pasiva al efecto de segregación social aunque haya estallidos puntuales de violencia. Ciertos guetos se perfilan en torno a figuras de la marginación y de la criminalidad como elementos que otorgan identidad y acceso a la actualidad de época, negados por las instituciones que debieran ser garantes del acceso. Como alternativa a los efectos de exclusión, podríamos subrayar la importancia de la tarea educadora, conceptuándola como la búsqueda y la apertura de lugares de valor social que posibiliten nuevas y múltiples articulaciones sociales de los sujetos, entendidos aquí según la noción de actores sociales propuesta por Touraine. Ciertamente, una institución no puede operar con “exceso” de diversificación, pues corre el riesgo de volver al modelo asilar. Se trata del tristemente célebre modelo que encerraba “todo” cuanto molestaba en lo social... Y esto hay que recordarlo, para no repetirlo. Por eso sostenemos que las articulaciones no pueden gestarse y sostenerse en el interior de un único dispositivo, pues llevan al cierre de vínculos exteriores y a la clausura de los propios sujetos en esos entresijos, o bien a su expulsión. Hay que pensar en articulaciones múltiples y diversas, en un “dentrofuera” escolar sostenido en y desde la responsabilidad pública hacia las infancias. Lugares de re-envío que operen como oportunidades nuevas, sobre todo para aquéllos sobre los que se cierne la “certeza” de su inoportunidad. Espacios donde irrumpan las artes y las letras, donde sean posibles la experimentación y la manipulación; las elaboraciones y confrontaciones; tanto como los juegos o el deporte. En el sentido de ofertas donde son posibles abordajes alternativos a los de las clases tradicionales y a cuya valorización contribuyan. Lugares abiertos, franqueables, amigables y exigentes, que convoquen a partir de los intereses de los chicos, capaces de permitir la construcción de diversos itinerarios. El reto está, en medio de la banalización, en sostener una verdadera apuesta de culturalización para las nuevas generaciones: definir a la escuela como espacio tal que posibilite albergar a las infancias y a las adolescencias, para dar a cada sujeto la posibilidad de un encuentro con los otros, con el Otro. La escuela como espacio y como oportunidad de cultura. Como casa de cultura, que coordina e impulsa la participación, que se abre a lugares diversos y, a su vez, aloja lugares diversos. Ante lo segregativo de la consideración de “una” infancia, frente a la cual aparecen los niños adjetivados5: desescolarizados, absentistas, infractores, desinteresados, problemáticos, violentos, inmigrantes, proponemos alojar lo múltiple entretejido en lugares múltiples, intereses múltiples, patrimonios múltiples. Puede que este momento histórico, en el que dominan las lógicas de redes, sea propicio para dar cabida a lo múltiple, homologado en las búsquedas culturales. El mundo ha cambiado. También el mundo de los niños. La noción misma de sistema que se emplea: un único orden posible para encauzar a “la” infancia, se transforma en el principal obstáculo epistemológico para pensar nuevas maneras de sostener la responsabilidad pública ante las nuevas generaciones. Se trata de realizar un esfuerzo de invención para un siglo nuevo. Es posible pensar en otros soportes educacionales en la empresa de promoción cultural de los más jóvenes (particularmente, de los sectores más vulnerables social, cultural y económicamente), ofertando lugares de trabajo pedagógico articulados en redes, que construyan circuitos, en relación a los cuales los sujetos puedan mapear, cartografiar, otras posibilidades sociales: nuevas tramitaciones, nuevas bifurcaciones devienen posibles. Habrá que establecer cuáles son los núcleos fundamentales de acción educativa y cómo se podrían abordar para brindar, a los niños y adolescentes, las oportunidades de culturalización y de construcción de la socialidad que cada uno requiera. Para promover y facilitar su articulación en el espacio escolar con la elaboración de nuevas narrativas, que les posibiliten posicionarse en los lugares hegemónicos y no hegemónicos de la cultura. A este desplazamiento entre redes, que generan escenarios, dramas y actores, Marc Augé lo denomina trayectorias vitales. Pearce habla de formas de serpenteo, que posibilitan escapar de la exclusión (entendida como confinamiento en un gueto), para desplazarse en un mundo segmentado, fragmentado, sin ser atrapado en sus fisuras. Tal vez el reto de la actualidad pasa por cómo cada sociedad pueda atender a las infancias y las adolescencias para que las penalidades actuales no confisquen, también, lo por-venir. Podríamos pensar, por ejemplo, cómo dar soporte a los niños y los adolescentes para que puedan mantener, con éxito, su escolaridad y acceder a lo social amplio y plural. Tal vez, pase por otorgarles estatuto de sujeto, sujetos de derecho, con quienes es posible convenir propuestas, propulsar proyectos, discutir alternativas. Podríamos pensar, también, en cómo dar soporte a la escuela para que centre su función en la transmisión de los valiosos legados culturales y trabaje en red con otras instituciones, para que niños y adolescentes puedan realizar otras experiencias. Tomando en cuenta que hoy asistimos al declive de la función familiar, y considerando también el lastre que han supuesto y suponen las políticas neoliberales de arrasamiento de lo social, habrá que atender de otras maneras a las infancias. Entendemos también que esto es un otro nombre de la justicia, de la lucha contra las desigualdades, que tiene en las jóvenes generaciones una población cautiva, salvo que hoy tomemos otras cartas en el asunto, renovando los contratos intergeneracionales antes de que caduquen. Hay que pensar que la institución familiar también ha cambiado. Lo que la escuela no puede dar, a veces tampoco lo pueden dar algunas familias. La pregunta es de quién es esa responsabilidad de socialización de las nuevas generaciones. Hay una responsabilidad pública, lo sabemos. Y toca reclamarla, para que se ponga en marcha, para que dedique recursos a fin de que las infancias puedan volver a ser verdaderas “apuestas” a lo porvenir. La responsabilidad pública, cuando abre las posibilidades de un verdadero trabajo educativo con las nuevas generaciones, suele realizar una opción política que la sitúa más allá de las posiciones higienistas y familiaristas en la atención a las infancias. El higienismo propone la separación de los niños de las familias que se apartan del ideal del discurso hegemónico. Esas familias se entienden como contaminadoras, como “mal ejemplo” y es requisito apartar de ellas a los niños. El modelo familiarista, complementario del anterior, entiende que nunca un niño estará mejor que con su propia familia biológica, pues el ideal indica que allí reside el amor verdadero, y que nunca es excesivo el precio a pagar. La apuesta por la educación, escolar y social, supone otra posición: otorgar a niños y adolescentes (tal como señalamos más arriba), el estatuto de sujetos de derecho. Postulamos que la labor educativa ha de aportar a la nueva construcción de la ciudadanía, es decir, contribuir a una definición política que pueda reunir a diversos actores, propiciando la construcción de redes de texturas y densidades variables: plataformas en las que sostener algo sólido en esta modernidad líquida. En definitiva, se trata de convocar a la educación para que vuelva a inventar un cruce entre la política y el trabajo de culturalización de las nuevas generaciones. Nuevas posiciones pedagógicas para el trabajo educativo. Podríamos pensar cómo garantizar que aún los niños más vulnerables (y aquellos vulnerados en sus derechos), puedan acceder al mundo tecnológico que atraviesa este presente y perfila futuros posibles. Esto nos plantea, sin duda, un verdadero desafío pedagógico. Pero no menos que los viejos retos, pues educar hoy es, también y quizás sobre todo, brindar las herramientas de los viejos saberes. Luego cada actor social construirá sus propios recorridos. Ahora bien, los saberes hay que transmitirlos (responsabilidad de las generaciones adultas) y hay que apropiárselos (responsabilidad de las nuevas generaciones): he aquí la función propia de la escuela. Los jóvenes han de estudiar, cumplir con los ritos y la disciplina del trabajo conceptual. Flaco favor les hacemos cuando suponemos que el saber se construye a partir de una interacción con el medio... como si el saber brotara mágicamente, lúdicamente, sin el esfuerzo de aprender y aprehender lo que tantos otros que nos precedieron han ido construyendo, desplegando, descartando, interrogando. A su vez, la posibilidad de seleccionar la información, catalogarla, desecharla, confrontarla, etc. no es una actividad que espontáneamente realizará el sujeto, ni tampoco se da en abstracto; para aprenderla hay que incorporar conceptos, pensar e, incluso... ¡memorizar!: desde las letras en su orden alfabético, las poesías o la tabla del 9. Hay que transmitir (o ayudar a buscar), aquello sobre lo cual merece la pena trabajar y... ¡trabajar! Hay que pensar en cómo incorporar los nuevos objetos culturales (los tecnológicos, principalmente), pero sabiendo que no resuelven, bien al contrario, complejizan, el trabajo educativo. Aquí señalamos otra diferencia radical con ciertas posiciones ante lo educativo que podríamos conceptuar como pestalocianas, esto es, centradas no en la transmisión de los saberes habilitantes de la época, sino en una suerte de moralización de las personas. Moralización que hoy se recicla en términos de autoestima, creatividad, o educación en valores, como si esas cuestiones fueran en-sí, y no efecto de procesos, del trabajo de aprender, de pensar, de resolver los problemas que los otros y los textos (verbales y escritos), nos plantean. La tan mentada autoestima, en educación, no es sino la verdadera estima que, en términos de confianza, de apuesta al por-venir, los educadores sean capaces de transmitir a los sujetos. Se trata de posibilitar su acceso, en carácter de herederos legítimos, a los patrimonios culturales que les pertenecen, en sentido estricto. Para ello hay que poner en juego la confianza: confianza en que harán buen uso de ese legado, en que combinarán de manera peculiar memorias y olvidos: habrá elementos que se perderán y otros serán recuperados. Hay que remarcar que la educación no consiste en “contener” ciertos problemas sociales, de manera tal que los sujetos allí circunscriptos así permanezcan: pobres, inmigrantes, excluidos. Bien al contrario, suapuesta es transmitir. Evocando las palabras del viejo pedagogo francés de comienzos del siglo XX, Émile Chartier7 (Alain), podemos afirmar que “La literatura es buena para todos, y sin duda más necesaria al más grosero, al más obtuso, al más indiferente, al más violento”. La ética de la transmisión nos convoca y nos exige que lo recibido en su momento sea, a su vez, transmitido: acto que renueva, cada vez que se realiza, aquello dado. En efecto, cada transmisión es un acto original que, a la vez, pasa algo de lo viejo y lanza a algo nuevo, en la medida en que algo queda en suspenso. No se trata, pues, de la transmisión en sentido mecanicista, que es la utopía emblemática de las pedagogías de corte totalitario. Por el contrario, hablamos del acto de enseñar, de provocar en el otro un cierto deseo de saber. Podríamos definir de manera muy general la educación como un intento de articulación de lo particular del sujeto con un cierto orden que podríamos llamar cultural o simbólico y que nos remite a lo universal, entendido como la actualidad de cada época que se dibuja en cada geografía. Ahora bien, lo particular de un sujeto es siempre un enigma para la educación. Y ciertamente suele serlo para el propio sujeto. El trabajo educativo puede posibilitar al sujeto saber algo acerca de sus intereses y acerca de las formas culturalmente admitidas o admisibles de concretarlos; puede facilitarle la realización del trabajo de construcción de sus anclajes culturales. Trabajo que necesariamente cada sujeto ha de tomar a su cargo: he aquí el duro trabajo de civilidad del que nos hablara Hegel, recogiendo el legado de la pedagogía clásica en cuanto al concepto de sujeto de la educación, que lo ubica como sujeto responsable. Así, pues, se trata de posiciones pedagógicas que cuestionan las dos tentaciones de inocencia, que Pascal Bruckner denuncia como las dos modalidades del escapismo contemporáneo, a saber: la victimización y la infantilización. Para hacer frente a la primera, cabe ubicar en el plano pedagógico al sujeto responsable, ya que la consideración de víctima de la historia, del barrio, de la familia, o del largo etc. que podríamos hilvanar, no hace sino ponerlo “fuera de juego”: sujeto que es puesto en condición de objeto y del que nada cabe así esperar. No depara ninguna sorpresa, ya que de él sólo se espera que asuma su condición como destino. Asimismo, es requisito sortear aún la segunda tentación: la infantilización o desresponsabilización de los adultos, que deja a niños y adolescentes librados a sí mismos. En suma, se trata de apostar a que la educación recupere, ante los procesos de banalización y vaciamiento culturales, la transmisión como polea social y cultural que articule a los jóvenes con el mundo. He aquí un posible punto para iniciar el despliegue del trabajo educativo: pensar cómo brindar a cada niño y adolescente lugares plurales y reconocidos, valiosos, en los que se dé cabida a su palabra y se aloje su subjetividad, lugares en los que instituirse en sujeto social actual a su época. Para concluir: El desafío que el conjunto de las cuestiones esbozadas plantean a la Pedagogía (Social) y a la educación (social), puede definirse en términos de construcción de plataformas −múltiples, diversas−, capaces de dar al sujeto de la educación un lugar de protagonismo en sus procesos de adquisición y consiguiente apropiación, transformación y uso de los saberes y conocimientos en juego en lo local y lo global, abriendo nuevos espacios para albergar su subjetividad, para dar cauces a sus deseos, para ofrecer oportunidades otras. Nuevas oportunidades para dar lugar, para restituir, la dimensión del sujeto. Sujeto en el sentido de capaz de pensar y pensarse y, en palabras de Alain Touraine, como “capacidad y derecho de cada individuo a armar una síntesis, análoga y a la vez diferente de la que otro individuo está tratando de realizar en otra parte de la ciudad o en otro lugar del mundo”. Ante el horizonte de proliferación de derechos, se trata de repensar el de la igualdad de oportunidades y el de inserción como ejes sobre los que reconstruir el tejido social, donde el derecho a la igualdad sea un operador que regule la diversidad. Y no a la inversa: una supuesta diversidad “esencial” de los sujetos que da cobertura a las diversas metamorfosis del apartheid. La educación, si trabaja bien, sostiene al sujeto en sus búsquedas dándole el tiempo que lo social otorga a las infancias. La imposición continuada de un tiempo único, la presión para que se aprenda según el ideal del educador, acaban agotando las búsquedas, es decir, yugulando los procesos educativos. Los proyectos tecnocráticos han producido curiosos ejemplos de devastamiento cultural y “fracasos” personales. El trabajo pedagógico pone de manifiesto que el problema no es tan sólo de recursos (ofertas) −que sin duda deben estar−, sino que,específicamente, se refiere al interés del propio sujeto por las propuestas culturales: he aquí el primer punto del trabajo educativo, un punto de dificultad para el educador. A veces se da una conclusión precipitada: este niño, con la familia que tiene, con el barrio en el que vive, ya está destinado al “fracaso”... ¿qué podemos hacer nosotros si los propios padres no se ocupan para nada? Cuando decimos primer punto nos estamos refiriendo a la posibilidad de dar tiempo, a suspender nuestro juicio, a probar otras maneras. Esta posibilidad puede plantearse si se entiende la dimensión educativa como espacios y tiempos donde un sujeto puede realizar actividades exploratorias tales como circular, manipular, elegir, equivocarse, cambiar de objetos, de actividades, sin que ello signifique una valoración negativa de su persona. Dar tiempo a ese tiempo que un sujeto necesita para poder elegir, esto es, un despertar del sujeto a un mundo que pueda aparecer y parecer diferente. En los primeros momentos, en el acceso a la escuela primaria y a la secundaria, pero también a los servicios de educación social, “perder tiempo” quizá sea ganarlo. Toda institución se constituye como un conjunto de normas. La paradoja que se plantea a la educación tal vez pueda expresarse en una pregunta: ¿cómo puede un sujeto responder a la norma voluntariamente sin visualizar la utilidad de la garantía del vínculo social? Más aún, ¿cómo tender un vínculo de confianza a lo social —principio subjetivo para el cumplimiento normativo— si lo social no ha respetado, por los motivos que fueren, nada de particular interés o de valor para el propio sujeto? Por ello postulamos espacios y tiempos diversos que puedan permitir nuevas aproximaciones del sujeto a lo social, en la construcción de estrategias y trayectos. Ello no significa la no-norma. Por el contrario, significa estructurar el trabajo educativo como contexto normativo claro, escueto, preciso, que posibilite la percepción de la norma como un instrumento a favor de la convivencia y el trabajo. La educación escolar puede articularse con las instituciones de educación social, que se despliegan tanto en medio abierto como localizarse en centros específicos: desde las ludotecas, los centros de día, las bibliotecas o museos, o los locales escolares fuera del horario estrictamente escolar. Pero sea cual sea su localización, se trata de prácticas que incluyen otras posibilidades, que pueden provocar en el sujeto otras búsquedas, otros intercambios, a favor del trabajo exploratorio de cada uno. Se trata de un trabajo que, en realidad, es requisito a la instauración de lo que la didáctica llama el proyecto educativo. Pues no habrá tal proyecto si el sujeto no admite la posibilidad de relacionarse de otra manera con la cultura o, dicho en otros términos, de cerciorarse de que otras alternativas son viables: si algo del orden de lo nuevo, de encuentros nuevos, será posible. Ello incluye mostrar, enseñar, legados culturales bajo la promesa de que es posible apropiarse de ellos: ser un heredero. La cuestión de los contenidos no es tangencial, ya que, a veces, éstos parecerían buscar el des-interés del sujeto por la tarea educativa. Contenidos que, se puede sospechar, sólo sirven para sostener y justificar el mantenimiento de los marcos institucionales en los que se gestionan. En educación social el riesgo es el asistencialismo, que fija a los sujetos a un destino de exclusión y dependencia. Un verdadero empuje a lo peor decada uno, bajo la excusa pestalozziana de que los pobres han de recibir una educación hecha a “su” medida. Kant, Herbart fueron, tal vez, los primeros en advertir que los contenidos de la educación, posibilitan el encuentro entre el sujeto y el agente de la educación y de éstos con los tiempos sociales. No hay educación (ni escolar ni social), sin la función instructiva, esto es, sin que algo de los patrimonios culturales se ponga en juego, sin que algo de los tesoros de la humanidad se distribuya y filie simbólicamente a todos y cada uno de los sujetos de la educación. "Es evidente que se trata de un esfuerzo pedagógico. [...] El niño está hecho para aprender algo. He aquí lo que nos enuncia Freud, lo que nos enuncia Kant... es extraordinario que lo haya presentido, pues ¿cómo podía él justificarlo? Está hecho para aprender algo, es decir, para que el nudo se haga bien". Algo de lo nuevo se produce cuando cada agente pone en juego el deseo de educar. Algo de lo que hace obstáculo se mueve y el tiempo de la educación se abre, verdaderamente, a lo imprevisible, al acontecer de algún sujeto. Suele ser fácil atribuir a las nuevas generaciones condiciones tales como desinterés o violencia, sin ver que tales cuestiones pueden ser efecto de las condiciones actuales del propio discurso pedagógico y de la desresponsabilización de los adultos. Los contenidos de la educación, cuando están vivificados por el deseo de transmisión del educador, pueden causar el interés del sujeto, lo cual tiene un efecto pacificador. De tal manera, tanto las dificultades para fijar el interés como la violencia escolar, devienen síntoma de la des-regulación del discurso pedagógico. Pero el futuro de la educación aún no está escrito. Ni el de ninguno de los jóvenes con quienes el educador trabaja. Es importante recordarlo, para entender que abrirnos a lo porvenir también nos concierne. Por tanto, algo de nuestra responsabilidad entra en juego. Sin duda hay que remar contracorriente. Hemos de saber también que cada día, en el cada día del oficio pedagógico, nos encontramos ante las dimensiones complejas, entrecruzadas, discontinuas, que entretejen ese proceso viejo y nuevo, siempre inacabado, que se da en llamar educación. Y conviene no olvidar, siguiendo a Bachelard, que “…cada acción, por simple que sea, quiebra inevitablemente la continuidad del devenir”…
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